Hace unos días estuvimos mi madre y yo rebuscando entre ese montón de cosas mías de naturaleza diversa que, siete años después, siguen invadiendo espacio en su casa. La idea era tirar cosas, y algunas tiré, pero cada vez que hago una de esas "limpiezas", siempre encuentro algo que ya ni recordaba que tenía. Y allí, junto con las cartas de mis amigas, la colección de entradas de cine y aquellos guantes con un dedo de cada color que mi madre tejió para mí (adoro esos guantes), estaba él: el osito.
Dice mi madre que no recuerda de donde salió. Es pequeñito y de trapo, de confección muy simple, pero yo de pequeñita lo tenía en gran consideración: lo acostaba en la cama a dormir, lo tapaba con las mantas y ¡hala!, los dos a los brazos de Morfeo. La verdad es que no recuerdo el detalle, pero sí, me imagino a mi misma perfectamente tapándolo con todo cuidado para que no cogiese frío, a mi amigo el oso. Es que yo era muy considerada con mis muñecos. Bueno, aún lo soy, igual tengo que hacérmelo mirar, pero les tengo cierta simpatía y me gusta colocarlos con cuidado, jeje. Tengo hasta una pequeña vaca de peluche que siento para que pueda ver la televisión. Vale, vale, voy pidiendo cita para hacer terapia....
Ayer volví a casa de mis padres y allí estaba el oso, lavadito (que buena falta le hacía) y dispuesto a hacerse amigo de un nuevo niño. No sin antes pasar por una pequeña reparación con aguja e hilo porque al pobre se le salía el relleno por detrás. Y tiene pinta de haberse remendado más de una vez, que mira que es sufrido. Pues sí que nos salió barato el juguete, porque a Pablo le ha gustado y la verdad es que es normal, porque es ligero y fácil de sujetar. Y lo cierto es que me ha hecho ilusión, para qué lo voy a negar, soy una ñoña. Es muy bonito ver como un juguete que te hizo feliz de niña puede servir también para entretener a tu hijo. Y más una cosa tan simple como un pequeño muñeco de trapo, modesto, quizás no especialmente bonito si lo miramos de manera objetiva pero ¡qué caramba!, es nuestro osito.
Hay juguetes fabulosos en las tiendas, y vamos a comprar más de uno y más de dos, eso seguro, pero a veces no es necesario ser demasiado sofisticado ni gastar mucho dinero. Me gustaría que ese fuese uno de los valores que supiésemos transmitirle a nuestro hijo, que el valor de las cosas no es sólo monetario y que lo importante es saber disfrutar con lo que tenemos a nuestro alcance. De momento no lo entiende porque es muy pequeño, y de por sí un bebé no es materialista, eso lo adquirimos cuando vamos creciendo influenciados por el ambiente. Pero aunque no lo sabe ya está recibiendo sus primeras lecciones. Aquí os dejo una foto del nuevo amigo de Pablo, un superviviente.
Vaya amiguito más bonito ha conseguido Pablo! Que suerte tienen los dos de haberse encontrado, seguro que se lo pasan pipa! :)
ResponderEliminarGracias de parte del oso :) :) :)
EliminarHola!!! Pues lo prometido es deuda y ya estoy por aquí y me encanta este post porque soy amante de los peluches y si son míos de cuando era pequeña más. Me pasa lo mismo que a ti con una ovejita que tengo y que estoy deseando que Chewy agarre. También como tú coloco los muñecos en mi casa con mucho mimo jeje, mi madre me decía que cuando me casara no iba a poder tener muñecos pero aquí están :) menos mal que a Mr. P también le gustan.
ResponderEliminarPues por aquí me quedo, por cierto, ¿no tienes twitter para seguirte? Ya me apunto por google si no!!
Es que los peluches moooooolan, jejejejeje. Gracias por leernos y comentar. Eso del twitter no sé muy bien cómo funciona, lo reconozco (borriquita que es una). Voy a hacer una incursión en el asunto, a ver qué saco en claro. Algo de un pajarito, ¿no? ;)
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