Hoy, para variar, no voy a hablar de Pablo. Hoy voy a hablar de otra niña, una que conoció PapádePablo hace ya unos cuantos años. Era una vecina suya, que según él siempre recuerda que iba con vestiditos y coletas con lazos y calcetines de puntillas, yo creo que exagera un poco... :)
Bueno, quizás no exagera tanto, porque la madre de la niña en cuestión me ha contado que cuando aprendió a andar, no quería caminar pisando la hierba y sólo andaba por donde había baldosas o asfalto. Jeje, igual un poco repipi sí que era. Pero al grano, porque la protagonista de este post no es la niña, sino su madre, MI madre. La mejor, como comprenderéis, por descontado.
Las madres son nuestras primeras maestras. De ellas aprendemos infinidad de cosas, directa e indirectamente sin apenas darnos cuenta. Y es curioso la de cosas que puedes llegar a recordar de esas que hacías con tu mamá de pequeña. Yo por ejemplo me acuerdo mucho de que hacíamos pompones de lana, o de cuando nos enseñó a bordar a mi hermano y a mí a punto de cruz. O de hacer rosquillas, y buñuelos de viento, ¡qué ricos!
La verdad es que "se lo curraba" un montón. Teníamos muchos juegos de mesa, y cuando éramos pequeños, como las preguntas de algunos eran difíciles, nos hizo nuestras propias preguntas adaptadas a nuestra edad, recortando y escribiendo en cartulinas de colores, con dibujos pintados en la parte trasera como las tarjetas que traía el juego. Y lo mejor de todo: jugaba con nosotros, y hacía los puzles con nosotros, y decorábamos el árbol con adornos caseros cuando era navidad y calcábamos dibujos de revistas en la ventana del salón.
Pero mi madre a lo largo de los años por supuesto me enseñó muchas más cosas, de las que quizás hablo menos pero que le agradezco infinito. Sobre todo me enseñó, con el ejemplo, a ser persona, mujer y madre. De ella aprendí a ser independiente y lograr las cosas por mí misma, al mismo tiempo que a valorar la familia por encima de todo. La familia de la que uno viene es muy importante, la familia que uno forma es lo principal, esta fue una de las mejores lecciones.
También me enseñó cómo se educa a los hijos con respeto, eso de lo que ahora hablamos tanto y que en tantas ocasiones la gente no cumple como debiera, y que para ella era una obviedad. ¿Y cómo lo hizo? Demostrándome que mi opinión era importante, que podía tomar mis propias decisiones, aunque tuviese su opinión y consejo cuando lo necesitara. Me dio confianza y me permitió cometer mis propios errores, sin recriminármelos luego pero estando ahí siempre, como debe hacer una madre.
Gracias, mamá. Por todas esas veces que me llevaste a clase cuando se me hacía tarde. Por todos esos bajos de pantalones que me cosiste avisándote en el último momento. Por dejarme tu ropa para salir aunque a veces te la estropease. Por soportar mi desorden y no cumplir la amenaza de tirar todas mis cosas a la basura (ufff, menos mal...). Por irme a buscar a las tantas de la madrugada, con la pereza que tiene que dar eso...
Una anécdota que ilustra perfectamente lo que es una madre: hace unos días me reincorporé al trabajo, y la segunda noche que trabajé PapádePablo tampoco estaba en casa, así que yo tenía un disgusto enorme porque no lo pudimos arreglar de ninguna manera y el peque tenía que pasar la noche sin sus papás. Yo no quería llevarlo a dormir a la casa de nadie, pero no hizo falta porque mi madre se ofreció a venir ella a dormir a nuestra casa, sabiendo que seguro que no dormía casi nada y el día siguiente tenía que trabajar. Lo gracioso del caso es que me dijo:
- "Lo malo es por la mañana..."
- "Pero mamá, por la mañana ya estoy yo con Pablo, que a las seis y media ya estoy de vuelta."
- "Ya, pero así no puedes dormir..."
¿Veis? Tu madre puede pasar sin apenas dormir para hacerte el favor, y se lamenta de que tú no duermas por cuidar a tu propio hijo. Porque así son las madres, las mejores, las más generosas y las más abnegadas.
¡FELIZ DÍA DE LA MADRE!
A la mía y a todas. Y a mí misma, ¡hala!, que de momento mi hijo no sabe hablar... ;)