sábado, 10 de noviembre de 2012

Pedro y Pablo

No he contado nada hasta ahora del nacimiento de Pablo. La verdad, tampoco tengo mucho que aportar al respecto, porque es imposible describir lo hermoso que es el nacimiento de un hijo: hay que vivirlo. Lo que sí voy a contar son algunas cosas que recuerdo de nuestra estancia en el hospital. Igual le puede ser de utilidad a alguien.

Después de un bonito parto, una madre emocionada, un padre soltando la lagrimilla y un bebé abriendo por primera vez sus ojos al mundo, nos hicimos inquilinos de la habitación 439 (¿alguien más recuerda tonterías como el número de la habitación del hospital?), que en aquellos días rebautizamos como la "habitación de los Picapiedra". Nosotros llegamos con nuestro pequeño Pablo, y allí estaba esperándonos su compañero Pedro con sus papás, también emocionados padres primerizos que llevaban allí unos días tras la cesárea de la mamá. Juntos pasamos tres días, hasta que nos dieron el alta a todos, en los que compartimos momentos de llantos nocturnos, curas de ombligo y anécdotas varias.

El día que nació Pablo no tuvimos visitas en el hospital. Al día siguiente vinieron los abuelos y mi hermano como únicas excepciones, y el resto del tiempo estuvimos tranquilos y solos. Ya lo tenía decidido desde bastante antes de nacer Pablo, porque después de leer ampliamente sobre la lactancia estaba convencida de que las visitas lo único que iban a conseguir era hacérnoslo más dificil, con los inevitables consejos no pedidos y comentarios. Sin duda fue un acierto, que volveré a repetir de tener otro hijo. Gracias a hacer las cosas a nuestra manera, a tomárnoslo con la mayor tranquilidad posible y sobre todo gracias al apoyo de PapádePablo, salimos del hospital con la lactancia establecida. 

Tengo que decir que el trabajo de las matronas fue impecable, por lo menos desde mi punto de vista. Facilitaron el contacto piel con piel desde el primer instante, y eso hace que todo venga, si no rodado, sí mucho más fácil y natural. Siento no poder decir lo mismo de todas las enfermeras que nos atendieron ya en planta. Creo que en general hacen su trabajo lo mejor que pueden, pero algunas con sus actuaciones fueron decisivas para cargarse la lactancia de nuestro vecinito, Pedro. No sé cómo lo vivieron los protagonistas, pero yo lo recuerdo así:

La mamá de Pedro pasó una odisea antes de que éste pudo nacer. Por lo que me contó, después de intentar  durante bastante tiempo el parto natural sin éxito, la ginecóloga recurrió a la cesárea de urgencia. La consecuencia de esto fue  una madre agotada y un bebé que pasó los importantísimos primeros momentos de su vida separado de su única referencia en el mundo. Esto por lo que tengo entendido es evitable y hay hospitales en los que ponen al niño en brazos de la madre enseguida tras la cesárea, pero en su caso no fue así. A esto hay que sumar que muchas posturas se hacen en esa situación dolorosas y la pobre madre no sabe ni cómo colocar al bebé para alimentarlo sin lastimarse. El cuadro que yo vi era un niño que lloraba porque no sabía cogerse al pecho, una madre que también lloraba de dolor y frustración, una abuela que presionaba a su hija porque "es que a mí me hace mucha ilusión que le de la teta", y unas enfermeras que solucionaban la coyuntura con biberones "de apoyo". Y como único aspecto positivo, un padre que hacía todo lo que podía, que no era poco.

Mientras, Pablo iba alimentándose poco a poco, y lloraba para reclamarme una y otra vez. El padre de Pedro me aconsejó un biberón de apoyo, que no pasaba nada, y supe que la lactancia de nuestro pequeño amigo estaba sentenciada. También me lo ofreció en una ocasión una enfermera porque como buena madre primeriza le pregunté si era normal que Pablo llorase tanto, si se debería a que la postura no era la adecuada. Pues si esa era la ayuda que me iban a dar, no gracias, que ya nos apañamos nosotros solos. La sufrida mamá de Pedro probó con pezoneras y con un sacaleches eléctrico al que doy fe que estuvo "enchufada" horas, y siguieron con los biberones, hasta que el pobre padre decidió que no podían seguir pasándolo tan mal y llamaron a las enfermeras para que le facilitasen las pastillas para cortar la leche. Y ellas, las mismas que tuvieron la genial idea de darles biberones, se ensañaron con los pobres por darse por vencidos. Pese a todo, fue desde ese momento cuando empezaron a disfrutar verdaderamente del pequeño, así que me alegré mucho por ellos y creo que en sus circunstancias era lo que debían hacer. Lo bueno y lo correcto es lo que hace feliz a nuestro hijo y a nosotros como padres, ¿no?

En cuanto a mí, me había leído de pe a pa el libro de Carlos González "Un regalo para toda la vida", y había recibido muy buenos consejos de la matrona de mi centro de salud, por lo que sabía muy bien lo que tenía que hacer, e igualmente importante, lo que no tenía que hacer. Y por si me asaltaba la inseguridad y los miedos del puerperio, ahí estaba PapádePablo: paseando al niño por las noches, cambiando pañales, acariciándome  y animándome cuando veía mis gestos de dolor. Ahí supe que era verdad lo que dicen de que la relación de pareja cambia con la llegada de un hijo. Y tanto, cambia para mejor, por lo menos en nuestro caso. Como dije antes, salí del hospital tranquila con el tema de la lactancia, y sabiendo que ya eran dos "los hombres de mi vida". Ahí los tenéis: para comérselos :)



9 comentarios:

  1. Enhorabuena por tu decisión de no dejar que os acosaran en el hospital, yo creo que no hubiese podido ni aunque hubiese querido porque tenía allí a media familia nada más empezar la juerga pero bueno cuando es tu niña la que tiene que comer te da un poco igual y al final sacas la teta las veces que haga falta.
    Como dices es muy importante esos contactos al principio, y yo también tengo que dar gracias a que se me dió bien, y eso que nadie apostaba por mi teta pero ahi están ellas para darlo todo y bien rebien :)
    Espero que la madre de Pedro recuerde el momento bonito y se olvidara de pasar esos momentos que ciertamente cada niño es un mundo y al final cada cual sabe lo que tiene que hacer para disfrutar de ellos.
    Besos!

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    1. El secreto es que nadie sabía que estábamos ayer, jeje, fuimos de incógnito como los famosos.
      Es muy cierto y muy importante eso que dices: cada madre sabe lo que tiene que hacer, sólo hay que dejar al instinto hacer su trabajo.
      Más besos para ti! ;)

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    2. Ayer no, allí. No he sido capaz de editar el comentario, mecachiiiiiiis...

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  2. Qué agobio para la madre de Pedro!!! Me alegro que disfrutara de la maternidad como se merece.
    Qué foto más bonita la del PapádePablo.

    Un abrazo!!

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    1. Pues sí, Mama Blog, a veces la gente no sabe "ponerse en los zapatos" de una madre y la agobian más de lo que la ayudan.
      A mí también me encanta la foto, gracias :)

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  3. Yo alucino con lo de los biberones de ayuda de las enfermeras... no dejo de alucinar, de verdad. Es increible! y si... normalmente (aunque hay pocos casos que no... muy muy pocos) un biberon de ayuda significa el principio del fin de la lactancia materna. Eso es asi.
    Con lo de no avisar a nadie... te voy a copiar la idea para el siguiente parto. Aunque igual soy mas radical, y no dejo que venga absolutamente nadie. Yo sali del hospital con la lactancia sin instaurar, que vale, no fue solo por culpa de las visitas, pero desde luego no ayudaron nada. Gran culpa de que lo pasase tan mal en el puerperio lo tuvieron las grietas que me duraron casi dos meses, y que las visitas no me dejaron descansar.
    Me encanta la foto de tus dos chicos! sabes? Olivia y elpadredelacriatura tienen otra muy parecida, pero en el sofá de la habitación en vez de en la cama :)
    Besitos!!

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  4. ¡Ay, Verosa! Es que los llaman "ayuda" y suelen ser todo lo contrario. Y eso que muchas veces la persona tiene todo el propósito de ayudar a la madre lo más posible: cuando estaba embarazada me encontré con el caso de un amigo que, como su mujer y su hijo mayor estaban enfermos, se llevó a la bebé de dos meses a pasar el día con los abuelos mientras los otros descansaban y se reponían. Mientras le preparaba su biberón de leche en polvo nos contaba apenado que a la madre se le estaba retirando la leche porque la niña comía muy poco. Hombre...
    ¡Qué momentazos esos de la foto, ¿verdad?! A Olivia le encantará cuando sea mayor ver lo tierno que es su papá ;)

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  5. Que bonito tener tan buenos recuerdos,
    ser madre es lo mejor del mundo.

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    1. Sin duda, estoy viviendo la etapa más bonita de mi vida. Cuando una se convierte en madre es cuando empieza a comprender realmente todo lo que ha vivido la suya :)

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