domingo, 23 de junio de 2013

Feliz feliz en tu díaaaaaa...


¡Holaaaaaaaa! Ya sé que soy una ingrata y llevo mucho tiempo desaparecida, y también sé que os debo una entrada sobre las impresiones de la vuelta al trabajo, pero cada vez que tengo la intención de escribir el peque no me deja, y cuando me deja (porque se duerme) ya no puedo con las pestañas... Pero bueno, hoy he buscado un ratito para hacer ese post que toda mamá bloguera que se precie suele hacer cuando su retoño sopla su primera velita... Es un decir, lo de soplar. En fin, que aquí os va, si es que todavía queda algún/a lector/a por estos lares nuestros.

Como podéis ver en la foto, la tarta de cumpleaños me quedó requetechulísima. Tiene mucho mérito, porque fue muy laboriosa: ir a la tienda a encargarla, ir a la tienda a recogerla... Sí, como super mamá soy un fiasco, lo reconozco, pero tuvimos tarta, que es lo que importa, ¿no? La vela la soplé yo, según mi madre porque soy una mamá desastrosa que no le enseñó a su niño a soplar la velita a tiempo para el día de su cumpleaños. Pero vamos, que sepáis que le enseñé a levantar el dedito cuando le preguntas: ¿cuántos añitos cumple Paaaaablooooooo? 

Nunca disfruté tanto un cumpleaños desde que era niña, lo reconozco. Estaban todas las personas que son importantes para Pablo, abrimos regalos, jugamos un montón, tomamos café y pastel... Lo que se hace en todos los cumpleaños infantiles, claro. Ahora tengo a padre e hijo hechos polvo del trajín del día, durmiendo en la cama como dos angelitos, y he aprovechado para hacer de madre ñoña y echar un vistazo a aquellas primeras fotos que le saqué, ver las de hoy y ponerme en plan bobalicona a pensar eso de "cómo pasa el tiempo" y "qué rápido crece", y todos esos tópicos...

La verdad, sí, en 365 días ha cambiado mucho, casi sin darme cuenta. La mayoría de las madres siempre me cuentan con cierta nostalgia y pena lo rápido que se pasó el tiempo, y que cuando vinieron a darse cuenta su bebé ya no era tal bebé. Por eso te dicen siempre que aproveches mucho el tiempo con tu hijo, que lo disfrutes mucho, y yo debo de haberlo hecho porque no tengo ninguna sensación de pena ni nada por el estilo. Me encantó tener un bebé recién nacido, tan tierno, tan dulce, y me encanta ser mamá de un pillín de un añito que no descansa en todo el día mientras coge, tira, sube, baja, salta, quita, pone... Lo he visto durante este año aprender cosas cada día, superar reto a reto, girarse, gatear y dar torpes pasitos, comer con los dedos y hacer sus primeros pinitos con la cuchara, cepillarse (de "aquella manera") los dientes, y toda clase de avances que no dejan de darme alegrías. ¿Cómo voy a ponerme triste si estoy viviendo todo esto? Cada etapa es diferente, y me lo paso en grande viendo cómo descubre el mundo y se hace mayor. Así que no, seré rara pero de nostalgias nada, ni pizca.

Después de pasar el "momento foto" del antes y el después, ¿qué mejor que entrar al blog a dejaros unas palabrillas? Y es que parte del mérito de disfrutar tanto de este primer año de maternidad está en esta bitácora. No es que haga falta un blog para acordarse de las anécdotas, experiencias y situaciones varias, pero es una muy buena forma de guardar un recuerdo de estos días, un relato que acompañe las fotos y los vídeos y que algún día espero compartirlo también con Pablo, cuando sea lo suficientemente grande para poder leerlo. Termino con un consejo, y eso que no acostumbro a darlos: A quienes todavía no lo habéis hecho, probad la experiencia y escribid sobre vuestro bebé. No tiene que ser un blog que se comparte en internet, basta con hacer una especie de diario, o escribir en una agenda detalles que os pasan, recordar sus muchas primeras veces... Tampoco hace falta que lo lea nadie, pero si os apetece el día de mañana tendréis un regalo muy especial que hacerle a vuestros hijos, ¿no os parece?

Y hasta aquí por hoy, ¡feliz domingo!