viernes, 28 de diciembre de 2012

Nuestra versión de la "famosa" Conciliación



Por si todavía queda alguien que no está familiarizado con el concepto de "Conciliación laboral, familiar y personal", consiste en hacer compatibles el trabajo remunerado con las responsabilidades familiares, respetando la satisfacción y desarrollo personales de cada individuo. Bueno, esto es muy bonito, pero ya sabemos todos que muy difícil de alcanzar. Básicamente, para que nos entendamos, buscar tiempo para el trabajo, los hijos, tu pareja, disfrutar del tiempo libre cultivando tus aficiones  y estar satisfecho en todos estos ámbitos, es utópico. Si alguien se reconoce en este esquema ideal, que por favor me lo cuente. Si no, seguiré pensando que es tan probable como encontrarme un enano en el jardín. Y yo no tengo jardín.

La plataforma Conciliación Real Ya lo representa con un puzle de tres piezas: familia, persona y trabajo. Me parece un muy buen símil. El problema es que en la sociedad en la que vivimos resultan demasiadas piezas: el tiempo libre se compatibiliza fácilmente (casi siempre) con el trabajo cuando no tienes hijos, todos hemos vivido esa etapa. En el momento que tienes uno tiendes a sacrificar, al menos en parte, alguna de las otras dos. O renuncias al trabajo, o al tiempo para ti. Y aún así, no trabajar fuera de casa tampoco te garantiza tu parcela personal, porque la crianza de un hijo te absorbe casi por completo (o sin el casi).

Además, la mayoría no puede renunciar a su trabajo, así que intentando llegar a todo se olvidan un poco de sí. Por eso muchas madres recientes vamos por el mundo mal peinadas y con el primer trapo que pillamos puesto. Que también las habrá que todo el día van divinas: mis respetos. Cuando me reencarne me pido ser como vosotras, ¡mis ídolas! Además tampoco es que, por mucho que renuncies a tu tiempo libre, el trabajo te deje tiempo para cuidar de tus hijos como quieres. ¿Porqué?
  • Las bajas de maternidad/paternidad son demasiado cortas. De hecho la baja de dieciséis semanas complica mucho la lactancia natural, que esa es otra.
  • Los horarios de trabajo no ayudan demasiado, tanto para los trabajadores a turnos como con jornada partida (yo creo que la llaman partida porque te "parte" todo el día y al final no te da tiempo a "ná".
  • Pocos Convenios recogen el derecho de faltar al trabajo para llevar a los hijos al médico.
Estando así las cosas en este país (ya nos gustaría ser un poco como los nórdicos es estas cuestiones, pero...), nos arreglamos como podemos entre guarderías, cuidadoras, abuelos... Personalmente las soluciones que para mi gusto son las mejores de las que disponemos (y no todos) son las reducciones de jornada, las excedencias, y la posibilidad del teletrabajo en algunos casos. 

Después de esta laaaaaaaarga perorata de introducción, ¿cómo me lo monto yo?

domingo, 23 de diciembre de 2012

En mi casa reina la anarquía horaria



Pues sí, como lo estáis leyendo. Pablo hoy cumple seis meses, y todavía no le hemos creado sus rutinas. ¿Qué rutinas? Pues no sé, esas famosas que dicen que todo niño necesita, ¿no?
Desde que la gente de mi alrededor se enteró de que iba a ser madre, empecé a escuchar de vez en cuando que lo importante es que los bebés tengan unos horarios estrictos, y que cambiárselos les "descolocaba". También lo leía en páginas de internet: que las rutinas son fundamentales para criar a un bebé, que hay que dormir siempre en el mismo sitio y a la misma hora, que si patatín, que si patatán...

En primer lugar, definamos lo que se entiende por "rutina", por ejemplo, para dormir. Las rutinas de sueño consisten en seguir cada día unas pautas determinadas que precedan al momento de dormir, que deben ser siempre a la misma hora. Así, se inducirá al niño al sueño con facilidad, puesto que al repetirlas día tras día él ya sabe que después de una cosa viene la otra. Lo típico es que recomienden un baño, que es muy relajante para los bebés, un masaje, la última toma de la noche y ¡a dormir!

Yo no voy a ponerme a dudar de la conveniencia de las rutinas y de lo mucho que le gustan a los niños. Estoy totalmente convencida de que el mundo está lleno de niños que se sienten muy relajados porque saben qué van a hacer en cada momento del día, y les altera mucho que les cambien esas costumbres. Lo que voy a hacer es contaros cómo veo y vivo el tema con mi hijo. 

En primer lugar, nunca he sido yo una persona muy amante de las costumbres repetitivas y rutinarias. No soy capaz de marcarme un ritmo estricto para hacer determinadas cosas, ni falta que me hace tampoco. No me gusta comer todos los lunes lo mismo y cuando salgo de paseo no voy siempre por el mismo sitio, ¡que hastío! Comer y dormir lo hago cuando me viene bien, porque tras años de trabajar a turnos de mañana, tarde y noche, soy muy adaptable. El que necesite comer todos los días a las 14:00, un suponer, va a pasarlo fatal con turnos rotativos. Lo normal es que unos días comas a la una y otros a las tres...

En lo que respecta a Pablo, lo único que hemos hecho es dedicarnos a atender sus necesidades: come cuando quiere, duerme cuando lo necesita, jugamos cuando le apetece... Observando un poco me he ido dando cuenta de que se crea sus propios ritmos sin que nadie se los marque, y así es como creo que debe ser. Esto no quiere decir que lo haga todo como un reloj, porque habrá días que se duerma a las once y otros a la una o una y media. Y es que sus días tampoco son siempre iguales: a veces está más cansado, no ha dormido alguna de las siestas que suele hacer, o ha dormido más de lo habitual por la tarde. Hay días que salimos y otros que no, visitas a los abuelos, jornadas de compras... 

El famoso baño para antes de dormir tampoco lo seguimos a rajatabla. Habitualmente lo bañamos después de cenar, pero hay días que se ensucia mucho y lo bañamos antes. Además, los sábados no lo solemos bañar, y lo dejamos para el domingo por la mañana. De momento no vemos ninguna diferencia de bañarlo a no bañarlo respecto al sueño. Eso sí, muy relajado no se le ve: el baño le encanta y se divierte un montón chapoteando y jugando con sus patos de goma borrachos (es que flotan boca abajo o de lado, los pobres, jajajaja)

Luego está el tema de las comidas: no tengo ni "pajolera" idea de cuántas veces ni a qué horas come mi hijo.  No llevo cuenta de los despertares nocturnos porque come y sigue durmiendo, y yo habitualmente también. Ahora que empiece en serio con la alimentación complementaria, empezaremos a darle a probar cosas a la hora que nosotros comemos, y listo.

La intención de este post es desafiarme a mí misma: a ver cuánto tiempo aguantamos sin necesidad de marcar horarios estrictos. Hoy, a los seis meses de edad de Pablo, vivimos felices en nuestras costumbres flexibles. ¿Seguiremos igual dentro de un tiempo o el niño estará desorientado, irritable y cansado y necesitaremos de las famosas y socorridas rutinas? Seguiremos informando.

martes, 18 de diciembre de 2012

De pinchos con Pablo

Hace un par de fines de semana salimos de pinchos y cañas con el niño (0,0 para mí, total la cerveza normal ahora con la falta de costumbre ya me sabe a colonia, pffffff). Las fotos que acompañan esta entrada son algunos de los ricos bocados que nos comimos, ahí las dejo para poneros los dientes largos, jejeje. Se celebraba la "Semana del Pincho" en donde vivimos, y no nos íbamos a quedar en casa con los hosteleros  compitiendo por ver quién hacía el pinchito más rico, no señor, faltaría más.

La foto más grande es del risotto ganador, mmmm!

Nos lo pasamos en grande, Pablo incluido,  y de hecho estuvimos más de seis horas fuera de casa y lo llevó estupendamente, echando algún que otro sueñecito. Le gusta el movimiento, y ver gente, y además es de momento un niño muy sociable. Tan bien nos fue el sábado, que repetimos el domingo. Claro, es que eran muchos pinchos, y los que nos quedaron por probar... pero es cierto que salir con un bebé supone algunos problemas.

De las dificultades que plantean las barreras urbanísticas para ir con una silla de bebé por las aceras ya os he hablado en otra ocasión. El sábado la llevamos porque íbamos a una zona del casco histórico con calles relativamente anchas y de fácil acceso. Aclaro que es una silla todo-terreno, y moverse por el pavimento empedrado es relativamente sencillo. Todo fue bien hasta que llegamos a un bar con tres escalones en la entrada, grmbpffff... ññejjjj... ¡hala, ya estamos dentro! Los locales pequeños aprovechan el espacio como buenamente pueden, y la siguiente dificultad que te encuentras es donde situar la silla de marras para que no estorbe a tus acompañantes ni a la camarera. Sobretodo a la camarera, que no es cuestión de irle poniendo obstáculos y se le caigan las consumiciones. Conste que en todos los sitios a los que he ido son muy amables y no se quejan nunca apañándoselas con sorprendente habilidad, pero estorbar les estorbamos un poco, la verdad. 

Lo bueno de llevar la silla fue que se echó un par de siestas en ella, tan cómodamente y abrigado, metido en su saco térmico, que mi amiga R. estuvo a punto de sacar al niño para meterse ella. Bueeeeno, no, sacarlo no, pero creo que ha llamado al fabricante para pedir una de su talla, a ver si tiene éxito XDDDD

  Como nos quedamos con ganas de más, volvimos el domingo. El resto de locales participantes en el concurso de pinchos está en un barrio judío medieval con callejuelas estrechas y empinadas, suelo empedrado y para colmo escalones. Hay partes que hay que pasar incluso en fila india. En un escenario como éste yo recomiendo la mochila sin lugar a dudas. Nada como llevar al niño encima para moverse con agilidad en lugares llenos de gente, no hay color. La experiencia es muy agradable: no hay que preocuparse de "aparcar" vehículos, te sientas y ya está. Eso sí, acaba pasando factura cuando llevas un buen rato de aquí para allá, por lo menos en mi caso. Porque vaya, no sé qué comerá este niño (bueno, sí lo sé, es un decir XDD), pero pesa un montonazo. Menos mal que un par de amables caballeros (el padre y el tío de la criatura) tuvieron a bien tomar el relevo un rato.

Hay algo con lo que hay que enfrentarse tarde o temprano cuando se sale con un bebé, y es el cambiarle los pañales. En todo el pueblo solamente conozco una cafetería que tiene cambiador en el baño, y pocos lugares en los que hay una superficie suficientemente grande para poner un cambiador portátil de esos de tela que siempre llevamos en el bolso. En uno de los sitios a los que fuimos pudimos aprovechar que  la planta superior del local estaba cerrada, y lo cambió PapádePablo encima de una mesa. Otra opción cuando se lleva la silla es cambiarlo en ella, es mil veces más fácil en un capazo pero se hace un apaño. Luego está la solución que me dio mi madre: pues te vas para casa. Eeeeeem... bueno, sí, si hace falta se marcha uno para casa y santas pascuas, pero por suerte no nos vimos en el caso.

En fin, el niño estuvo tan contento que mereció la pena el trajín, sin duda. Y es que yo, para decidir ir o no ir a un sitio, me baso en la siguiente premisa: si mi hijo no puede ir, yo tampoco

viernes, 14 de diciembre de 2012

Está lloviendo hoy...

A Pablo le gusta mucho mirar por la ventana, así que cada mañana dedicamos un ratito a ver cómo pasan los coches, la gente... si mi madre viese cómo tengo los cristales, me diría que en vez de tanto mirar cogiese un trapo y los adecentase un poco, jejeje. Sí, mamá, he puesto en internet que tengo sucios los cristales de la ventana... pero conste que tengo una buena disculpa: está lloviendo.

No sé qué le parecerá a Pablo la lluvia... ¿qué impresión puede causar en un bebé de cinco meses? Definitivamente, eso de descubrir el mundo debe ser fascinante; no me extraña que los niños caigan dormidos profundamente después de tantas nuevas experiencias cada día, unas detrás de otras. 

Lo que sí sé muy bien es lo que se me pasa a mí por la mente. No sé si  tienen razón los de "Yo fui a EGB", con eso de que "ya no hay nostalgias como las de antes";  pero yo, como nacida en 1980 y fiel devota de Barrio Sésamo, viendo así llover tras los cristales mientras el niño duerme en mis brazos no puedo evitar escuchar en mi cabeza aquella cancioncilla... ¿Quién recuerda la letra?



Pablo ya se ha despertado. ¿Sabéis que? Tampoco nos podemos quedar todo el invierno mirando a través de la ventana, cual plantas de interior. Hijo mío, esta va a ser la lección de hoy: los gallegos no tememos a la lluvia. Si lo hiciésemos, no tendríamos vida social a parte de la virtual, así que vamos a quitarnos el complejo de ficus y vamos a abrigarnos bien, pero bien bien. ¡A la calleeeeee! ;)



jueves, 13 de diciembre de 2012

Mi hijo deportista y su gimnasio

A su tierna edad Pablo ya tiene unas cuantas posesiones, pero por supuesto sus preferidas son los juguetes. Claro, a mí me pasa igual con los míos (que tienen luces, colorines y hacen ruiditos, como los de los niños), jejejeje. Hoy me ha apetecido hablaros de uno en particular, que se merece el homenaje.

Es un regalo que le hicieron a Pablo unas amigas mías, y me emocionó un montón cuando se lo trajeron porque era su primer juguete: un gimnasio de actividades, como podéis ver muy chulo y con muchos colores, me encaaaaaanta ;)
Tiene varios muñecos para colgar de distintos animalitos, uno tiene cascabeles dentro, otro bolitas... también tiene el típico espejo, y no podía faltar un muñequito con música, distintos sonidos y luces. Vamos, que da para mucho el cacharro, jejeje. A mí este me parece de los más bonitos, pero en el mercado hay un montón diferentes y de variados precios.

Desde que se lo regalaron y hasta el día de hoy ha jugado con él casi todos los días. Al principio no le puse pilas al muñeco musical, luego se lo introduje como novedad. También le fui cambiando los muñequitos colgantes de posición, la altura  del espejo... Cuando era más pequeño jugaba tumbado, agitando manos y pies, y después aprendió que dándole patadas al arco de donde cuelgan los "cachivaches" hacía sonar la música: eso fue la locura y el desenfreno, su mayor afán durante semanas...Ahora lo que le gusta es estar sentado, la posición horizontal ya lo tiene muy aburrido. El caso es que después de varios meses todavía no se ha cansado del gimnasio, así que creo que es un muy buen juguete. 

Lo que no sé es la experiencia  con gimnasios de estos para otros niños. Me imagino que a la mayoría les debe gustar, pero claro, cada bebé es un mundo. Yo por si acaso, cuando a Pablo deje de hacerle gracia voy a guardarlo a buen recaudo, que igual surge la ocasión de que lo disfrute otro niño y sería una pena que un objeto tan bonito tuviese una vida tan corta, ¿no os parece?

martes, 11 de diciembre de 2012

Los niños y el derecho a la propia imagen

Cuando hablamos del derecho a la propia imagen, habitualmente nos referimos al derecho a que nadie pueda tomarnos fotografías sin nuestro consentimiento ni reproducirlas o publicarlas por medio alguno. Pero también puede implicar otras cosas, por ejemplo el derecho que tiene cada persona a modificar su apariencia según su gusto por medio de la vestimenta, tatuajes, peinado, etc... Son dos conceptos diferentes, y me parece importante que se respete en ambos casos nuestra libertad individual. Creo que este es un tema interesante a debatir en cuanto a niños se refiere, y en esta ocasión me voy a centrar en las fotos que les hacemos.

Los padres y madres solemos bombardear fotográficamente a nuestros retoños, unos más que otros, eso sí. También es cierto que ahora se hacen muchas más fotografías que hace años porque, con la llegada de la fotografía digital, es más fácil y barato. Antes tenías que comprar carretes, sacar fotos que no sabías ni como iban a salir, y revelarlas después. Ahora, se pueden sacar multitud de fotos y quedarnos con las más bonitas, elegir cuáles imprimimos y cuáles no. En fin, no estoy descubriendo nada nuevo. Pero el tema es otro: todas estas fotos que tengo, ¿qué uso les voy a dar?

Si alguien piensa que este es un post dedicado a criticar a quienes publican en internet fotos de sus hijos está muy equivocado: este es un lugar de opinión, no de crítica. Es normal que estemos orgullosos de nuestros hijos, que nos encanten sus fotografías y queramos compartirlas. Yo, personalmente, prefiero no publicar fotos en las que se pueda reconocer a Pablo, por muy bonitas que me parezcan; y es por eso que, para ilustrar el blog, hago algunos "arreglillos" utilizando aplicaciones de edición de imágenes.

Con lo bonito que estaba, y ¡cómo lo he dejado! Gajes del "anonimato"

No es que crea que alguien va a utilizar las fotos para quién sabe qué terribles fines, es simplemente que no puedo pedirle su consentimiento para que su imagen sea publicada y claro, no sé si le va a parecer bien o mal, así que me parece más prudente esperar a que él entienda qué supone que sus fotos se cuelguen en facebook, un blog o cualquier otro sitio de la red (y para eso creo que faltan muchos años). Que yo tengo una cuenta privada de facebook en la que hay fotos mías (y de nadie más a menos que me haya dado su consentimiento expreso), y seguramente que en el futuro ponga más, pero son las fotos que yo he elegido compartir y no me importa que las pueda ver o copiar quien quiera. Menos mal que me da igual, ¿eh?, porque bien que acepté la política de privacidad del facebook como para que luego me ande poniendo melindrosa con el asunto, que esa es otra... Pero las fotos de otros... yo  no me atrevo, vaya.

También hay otro asunto, en relación a esto de las fotografías de niños, que me da bastante qué pensar, y es el hecho de que se saquen fotos de niños llorando. Porque claro, no creo que a mi hijo le hiciese ninguna gracia que su madre fuese enseñando su imagen llorando por ahí, ¿no? Yo es que me imagino el caso, y me parecería fatal encontrar ese tipo de fotos en los álbumes de mi madre. Y aún encima pensar: ¿y a quién o quienes les habrá enseñado la foto ésta? grrrrr... Pero ya no se trata de enseñarlas o no enseñarlas, sino del hecho en sí de sacarlas: ¿un bebé está llorando (o más mayor, me da lo mismo) y a mí no se me ocurre nada mejor que coger la cámara y disparar?

El que retrata a su bebé llorando lo hace seguramente porque le parece un momento gracioso, que es una imagen simpática y que cuando sea mayor seguro que le hará gracia verla. Yo esto último lo encuentro discutible si eres la mitad de maniático que yo para esas cosas, porque yo ya digo que no me haría gracia ninguna. Y lo más importante, el bebé está llorando porque tiene un motivo, el que sea: está cansado, aburrido, tiene hambre, tiene sed, quiere mimos, tiene frío... y lo que me parece más importante en ese momento es consolarlo y hacer que se sienta bien, no tomar la instantánea dichosa para guardarla de recuerdo.

Llamadme melindrosa, maniática, exagerada... pero es como yo lo veo. ¿Da o no da el tema para debate? ¿Opináis lo mismo u os parece que no es para tanto?


viernes, 7 de diciembre de 2012

Coqueteando con la alimentación complementaria (II): "Ni pa' ti ni pa' mí"

Ayer nos quedamos en el tema de los indicios que nos debe dar el niño para demostrar que está preparado para ingerir nuevos alimentos además de la leche, y se puede decir que con cinco meses y una semana Pablo los cumplía perfectamente. Ya hace unas semanas que nos acompaña a la mesa cuando comemos, perfectamente sentadito en su trona y derecho como un hombrecito, y siempre ha estado muy interesado en lo que hacemos y lo que comemos. Pero visto que insistía en estirar la mano a todo lo que nos comíamos, un buen día (pasaban unos días de su quinto cumplemés) le ofrecí un trozo de la manzana que estaba comiendo. La miró, la cogió con su manita, la remiró, hizo un par de intentos y se la llevó a la boca, chuperreteándola con singular concentración (bueno, a mi modo de ver, que no soy un observador objetivo pero vaya, chupar chupaba que daba gusto). Y ahí, de ese experimento (que terminó al aterrizar el trozo de manzana en el suelo), surgieron todas las dudas con las que terminé mi post de ayer.

Introducir la alimentación complementaria no debería traer mayores problemas porque, si lo aconseja la hojita de la enfermera, será que mal no le va a hacer. Bueno, mal no, enfermar no creo que enferme. El problema es que casi cualquier cosa que le demos a probar tendrá menor densidad calórica que la leche, y si al empezar con la AC va disminuyendo la cantidad de leche que toma, pues no parece buena idea. Conste que, por lo que he leído, el mecanismo para la producción de leche regulada por el bebé seguramente haga que aumente el contenido calórico de la leche para compensar, pero no las tengo todas conmigo. En todo caso, las frutas y verduras con las que recomiendan empezar serán menos nutritivas que la leche. 

La súper-hojita aconseja empezar con 130 gramos de fruta, e ir subiendo hasta un máximo de 250 gramos. Eeeeeeeeem...¿130? Eso, en mi tierra, es una pieza de fruta. Mucho me parece, ¿no?

Total: que decidimos que "ni pa' ti ni pa' mí", que le daríamos de vez en cuando alguna cosa a probar, pero no esperando que se la comiese, sino que la manipulase y la chupase para ir probando sabores y texturas. Básicamente, decidimos dejarle "jugar" con la comida, jejeje, y mira que nos han dicho nuestras madres siempre que "con la comida no se juega". Así que el domingo le dimos una zanahoria hervida, no demasiado blandurria para que no se deshiciese al querer agarrarla, pero tiernita. Y la sorpresa fue que empezó a chuparla pero acabó comiéndose trocitos que iba deshaciendo poco a poco, ¡el muy glotón!, con lo que le dejamos un poquito pero luego se la retiramos. También le dimos a probar en otra ocasión algo de plátano, y se ve que le encanta.

Lo malo de todo esto es que no contábamos con que se le irritase el culito, pero ya me ha dicho una compañera bloguera más experimentada que es normal cuando empiezan la AC. Como vimos que tragar traga y como precaución decidimos no ofrecerle nada más, pero cuatro días después la irritación seguía igual y pensamos que igual la pomada que le poníamos no era la más adecuada. ¿Solución?: PapádePablo llevó hoy al niño a la pediatra a ver si le aconsejaba otra crema. Respuesta de la pediatra: la irritación es normal, le dio en efecto otro producto distinto, y le dijo a PapádePablo que ¡habíamos empezado a darle de comer demasiado pronto! ¡Manda ...! Y eso que le explicó que sólo había sido un poquito de una zanahoria, si llegamos a hacer caso a los 130 gramos...

Conclusiones finales: la pediatra sabe que a los niños hay que alimentarlos con LME hasta los seis meses, pero o no sabe lo que dice el papel de la enfermera, o no le importa, o es que tienen las dos un sentido del humor un tanto curioso. Y recuerdo perfectamente que vio que me habían dado la hoja de la alimentación, porque casi me la dejo allí olvidada (ya se ve que a mí no me parecía muy necesaria), así que: ¿no será mejor que se esperen a dar instrucciones a la revisión de los seis meses? Y ya de paso que se lean bien lo que le dan a los pacientes, si no es mucha molestia... Nosotros seguiremos esperando a los seis meses para darle de comer "en serio" (trozos blandos, cosas machacadas y picadas y también purés, de todo un poco), y estos días que quedan le dejaremos algún platanito de vez en cuando para que se entretenga, y el peque tan contento.

¿Como lo has hecho/haces/harás tú?


jueves, 6 de diciembre de 2012

Coqueteando con la alimentación complementaria (I): Antecedentes



Como en mi embarazo me dediqué a leer muchíiiiiiiiiisimo por internet y un poco más, antes de que naciese Pablo ya tenía unas cuantas ideas acerca de lo que podía ser el comienzo de la alimentación complementaria. Si algo me quedó claro, diáfano y cristalino, fue que tanto la OMS como las principales sociedades de Pediatría y Nutrición Pediátrica recomiendan la lactancia materna exclusiva (LME) hasta los seis meses. También pude ver que existen múltiples teorías sobre qué alimentos introducir primero en la dieta del bebé: que si frutas, que si cereales... "Cada maestrillo tiene su librillo", o eso dicen. En fin... Y como no sólo de internet vive la madre informada, también me compré el libro de Carlos González: "Mi niño no me come". De este libro podría hablar largo y tendido, tanto de su contenido en sí como de todo lo que removió en mí su lectura, pero eso ya es materia para otro post, que prometo escribir muy pero que muy pronto.

Al cumplir Pablo cuatro meses, en la revisión de la pediatra, la enfermera me preguntó si tomaba lactancia materna o artificial, y al contestarle que materna me dijo (sic): "Puedes seguir dándole hasta los seis meses". Yo sé perfectamente lo que quería decir, que a partir de entonces empezase a complementarla con otros alimentos, pero dicho así a palo seco (es que también me pareció bastante seca la enfermera, la verdad) puede inducir a error, y pensar que a partir de los seis meses se debe dar otra leche. El problema en estos casos es que hay que ser bien claros, que luego la gente entiende las cosas como les parece. 

Lo que sí me resultó una incongruencia es que acto seguido me dijo: "Puedes empezar a darle fruta a los cinco meses, según se indica en la hoja que te doy", y me facilitó una hoja llena de instrucciones sobre alimentación complementaria. Pero, vamos a ver... ¿se recomienda dar lactancia exclusiva hasta los seis meses y fruta desde los cinco? ¿Cómo, haciendo un salto en el tiempo? Yo creo que no tienen muy claro como explicarlo, porque en la hoja ensalza la LME hasta el sexto mes y luego indica alimentos y cantidades que introducir: a los cinco meses la fruta, a los cinco y medio verduras, a los seis la carne y cereales con gluten, etc..., especificando que se sustituirán con dichos alimentos las tomas de la comida (verdura y carne) y la merienda (fruta).  Esta hoja que me dieron tiene en la esquina superior derecha el nombre del Comité de lactancia materna de la Asociación Española de Pediatría, por lo que se supone que sigue las indicaciones de dicho comité. Os invito a visitarlo, y leer los documentos de sus recomendaciones. Yo voy a poner aquí unos extractos de Cómo promover y apoyar la lactancia materna en la práctica pediátrica:

"La introducción de otros alimentos antes de los 6 meses no ofrece un aporte calórico superior sino que desplaza (el lactante regula su ingesta calórica) a la leche materna"


"Es útil recordar a las madres y sus familias que estos alimentos complementan, no sustituyen la leche materna y para ello puede ser útil ofrecerlos sin forzar la ingesta, después de las tomas de pecho durante el primer año de vida"

"Es importante introducir en primer lugar alimentos ricos en hierro (preferiblemente del grupo de las carnes) y, posteriormente, otros como las frutas o los cereales (sin gluten antes de los 7 meses)"



Por cierto que este documento de la AEP recomienda el colecho y a su vez desaconseja las técnicas de terapia conductista de condicionamiento del sueño. No digo más...

Después de leer todo esto, y teniendo claro que pienso hacer mucho más caso a la AEP y la OMS que a la hojita de marras, me quedaba una última cuestión a considerar y es que, según leí en el libro de Carlos González (indicaciones de la Asociación Americana de Pediatría), el bebé da muestras de estar preparado para la alimentación complementaria cuando:
1- Es capaz de sentarse sin ayuda
2- Ha perdido el reflejo que le hace expulsar la cuchara con la lengua
3- Muestra interés por la comida de los adultos
4- Sabe mostrar hambre y saciedad con sus gestos

Vale, si mi niño tiene seis meses, pero no muestra estos indicios, es mejor que no lo presione para comer nuevos alimentos y respete su ritmo. ¡Ya! ¿Y si resulta que el niño, a sus cinco meses, parece estar totalmente preparado? ¿Le adelanto la AC a riesgo de precipitarme? ¿Sigo esperando a los seis meses pese a la posibilidad de que si lo pide sea porque realmente lo necesita, teniendo en cuenta que la naturaleza es sabia? La respuesta que nos hemos dado PapádePablo y yo a estas cuestiones os la pongo mañana, porque me está quedando un post demasiado largo.

¡MAÑANA MÁS!

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Las ventajas de la mochila

Hace ya un tiempo que prometí hablar de nuestra mochila ergonómica y ya estaba tardando, así que aquí va:

Hay muchos y variados sitios por la red donde informarse sobre el porteo y cuáles son los fulares, bandoleras y mochilas más recomendados y recomendables. Hay defensores y detractores de los distintos sistemas, y lugares donde con objetividad se destacan sus ventajas y desventajas. Con toda esta información disponible, y no siendo yo especialista en puericultura ni ergonomía ni nada relacionado, no voy a aconsejar la opción que yo elegí por encima de las demás, pero sí que estoy muy contenta con el resultado.

Me decanté por una mochila ergonómica porque me pareció, después de lo leído, lo más adecuado para el desarrollo del bebé, y como no soy muy de comprar por internet de momento, me fui a comprar una a unos conocidos grandes almacenes. La compra en sí fue bastante complicada, vamos, que nos llevó muchísimo tiempo. Para empezar, la dependienta que nos atendió no tenía ni idea del producto que nos estaba vendiendo. Vamos, que por no ser ni siquiera era una dependienta de la sección de puericultura, sino de ropa infantil, y se le notaba un montón. De hecho a PapádePablo le hubiera gustado probar con un fular de tela o una bandolera,  pero no había nadie en la tienda que supiera cómo se colocaban. Muy mal, para vender un producto hay que conocerlo bien, ¿no? 
Una vez que la dependienta nos dejó solos (total, para lo que nos servía, mejor que se fuera a ayudar a otros), estuvimos dando vueltas a dos modelos de mochila ergonómica diferentes, pero la compra la decidió Pablo. Probábamos una, y volvíamos a probar la otra (nos tuvo mucha paciencia ese día el peque), y estaba bien claro cual era en la que se encontraba más cómodo. Esta fue su elección, por cierto.

La mochila la compramos cuando Pablo tenía tres meses, y al principio no la usábamos para salir a la calle, porque me resultaba un tanto complicada ya que para bebés pequeños lleva un accesorio reductor y me parecía difícil para estar quitando y poniendo, no lo veía seguro. Entonces, ¿para qué la usaba? Pues para hacer las tareas de casa (barrer, pasar la aspiradora, doblar y guardar ropa...). Si, habéis leído bien. Yo sé que en muchas casas hay unos bebés pacíficos y tranquilotes que duermen largas horas del día en la cuna, mientras sus madres se dedican a los quehaceres de la casa, o incluso pasan el rato en hamaquitas tan campantes mientras mamá va y viene. Mi hijo no es de esos, ya os lo digo. No es que yo lo haya acostumbrado así o asá, es que Pablo es como es: necesita estar cerca de mí, que yo no salga de su campo de visión, y aunque puede estar un rato jugando solo pronto necesita contacto físico. De hecho, es lo más normal en un bebé tan pequeño, por mucho que se empeñen en convencernos de lo contrario. Y en cuanto a lo de dormir, durante la noche duerme en la cuna sin problema, pero por el día no quiere saber nada de ella. Si no está en brazos duerme como mucho diez minutos, y mi casa no se limpia en diez minutos por muy pequeña que sea. Así que la mochila me ha resultado de gran ayuda, sin duda.

Pero lo más bonito es ahora que la usamos para lo que de verdad está pensada: para el paseo. En ella el niño va la mar de contento, girando la cabeza a un lado o a otro sin perderse detalle, o echándose una pequeña siesta cuando está cansado, y mientras yo tengo las dos manos libres para hacer lo que quiera. Él se ve que se siente seguro y tranquilo, y al estar tan pegadito recibe un montón de mimos, jeje.  Además, es muy calentita, tanto para él como para mí, y el tejido (algodón orgánico) tiene un tacto muy agradable. En cuanto a lo que alguno me ha dicho de que "te dolerá mucho la espalda", puedo decir que es todo lo contrario: el peso está más repartido que si lo llevase en brazos, y puedo caminar bastante rato sin cansarme. Sobretodo es fantástica para esas ocasiones en las que necesitas moverte libremente y con comodidad: un supermercado, un centro comercial, etc... También para paseos cortos y para ir a sitios de difícil acceso con el carrito. 

Hoy por hoy no renunciaría ni a la mochila ni a la silla de paseo. Lo ideal para mí es alternar las dos cosas, al menos para el uso que yo les doy, y no podría prescindir de ninguna de ellas. Eso sí, aunque son dos artículos que me ayudan un montón, donde más tiempo pasa Pablo es en mis brazos (y los de su padre), y eso no hay nada que lo iguale. Y tú, ¿qué opinas?




domingo, 2 de diciembre de 2012

Barreras urbanísticas

Hoy, después de comer, aproveché que hacía buen tiempo para salir a dar un paseo con el peque. Nos llevamos la silla de paseo y el móvil a mano para hacer unas cuantas fotos que ilustrasen esta entrada; y es que, donde nosotros vivimos, el trayecto de un transeúnte cualquiera está plagado de pequeñas barreras arquitectónicas en forma de bordillos de acera más o menos "puñeteros". Para mí salvarlos con una silla de bebé solamente supone ser un poco hábil y empujar con algo más de fuerza, pero ¿cómo se supone que lo va a hacer un minusválido?

A continuación se pueden ver cuatro fotos. 
En la primera y la tercera, (las marcadas con un "bien") el acceso al paso de peatones desde la acera es como debe de ser: hay una rampa que termina a ras del pavimento; las ruedas se deslizan con facilidad por la suave pendiente y se puede cruzar la carretera sin mayor dificultad.

La segunda foto (esquina superior derecha) es de una de las acepciones que tiene la palabra "rampa" en mi pueblo: dícese del apaño con cemento de forma escalonada hecho para salvar el bordillo de la acera que, a parte de no servir para nada, es feo de narices. Y digo que no sirve porque estuve un buen rato intentando subir con la sillita y no había manera. Claro, en el caso de un minusválido no puede ni subir ni bajar (si no quiere dejar los dientes en el asfalto, claro).

Queda la cuarta foto: un despropósito. ¿Para qué sirve rebajar la acera si se van a quedar a medio camino y dejan bordillo igual? 

Pues así está la accesibilidad en este pueblo. Los padres que van con un carrito de bebé se apañan, pero las personas con silla de ruedas deberían poder moverse con cierta libertad, y lo veo muy difícil. Me he molestado en ir buscando rutas alternativas, pero siempre encuentro obstáculos, por eso no me extraño nada si veo sillas eléctricas circulando por la carretera en alguna calle...

Y por fin terminamos nuestro paseo. Pablo despertó cuando estaba a punto de cruzar el último paso de peatones. En ese han puesto rampa en un extremo, pero no han tenido a bien ponerla por el  otro. Se diría que es por culpa de los recortes, pero vamos, que eso está hecho en la época pre-crisis, así que no va a ser por eso... 


lunes, 26 de noviembre de 2012

¿Joven para ser madre?

Me lo han dicho ya varias personas, gente por la calle, en el supermercado o en el centro de salud: que soy una mamá joven. Pero a ver, señora, ¡que tengo 32 años! ¿joven? Yo cada vez que escucho una cosa de estas me quedo totalmente descolocada. Mi madre a mí me lleva veintidós... Lo cierto es que, teniendo en cuenta que Pablo nació a un par de semanas de mi cumpleaños, se puede decir que estoy exactamente en la media de edad tanto gallega como española.

Ahora mismo me estoy acordando de una amiga, V., que tuvo a su hija con 25 años y dice que cuando la niña era más pequeña tenía la impresión de que alguna gente se le quedaba mirando cuando iban por la calle. Ella piensa que es porque la veían joven, y no dudo que sea cierto, porque hace un par de semanas también casualmente me comentaba otra persona que a los veinticinco se es demasiado joven para ser madre. Que si tuviese quince sería normal, yo también me quedaría mirando, pero vamos...

La edad para ser madre, como comenta el artículo de prensa del enlace, es cada vez mayor. Me parece muy normal que suceda porque entre que una termina sus estudios y encuentra un trabajo (cada día más difícil), y al mismo tiempo encuentra una pareja estable con la que decida formar una familia, van pasando los años. Lo cierto es que tampoco existe esa situación "ideal" en la que decir: este es el momento perfecto para tener hijos, porque cuando uno tiene la estabilidad sentimental y económica luego se encuentra con que le falta lo más importante, que es disponer de tiempo para criar un hijo. Porque, que nadie se engañe, es tan necesario el tiempo como el dinero, pero eso ya es otro tema. 
Así, nos encontramos muchas personas ya en la treintena que quieren tener hijos pero no se atreven porque no se encuentran en las condiciones más favorables, pero también hay gente de la misma edad que no los tiene porque dicen que son todavía jóvenes y tienen aún que disfrutar antes de formar familia. A estos últimos es a los que va dedicado el post: que no me lo vayan a tomar a mal, pero...

A algunos parece que se les va a terminar la vida cuando tengan hijos. Yo, que ahora tengo uno, más bien pienso en todas las cosas que ahora me apetece hacer y tengo un montón de ideas, planes e ilusiones. Hasta ahora me lo he pasado estupendamente y he disfrutado de muchas cosas: he salido de marcha y de copas durante años, he ido a fiestas, conciertos, festivales, pequeños viajes... ¡me lo he pasado pipa! Pues ahora veo a Pablo y lo que me imagino es los sitios que visitaremos juntos, los espectáculos a los que lo llevaré para que los disfrute, las salidas a comer en familia (que seguro serán accidentadas pero aún así me apetecen)... espero que tengamos la energía suficiente, porque hay muchas cosas geniales por hacer cuando se tienen hijos. 
Sí que pienso que alguna vez echaré en falta algunas cosas que no puedo hacer mientras sea muy pequeño, como ir al cine con mis amigas o a conciertos con mi hermano ( \m/ jejeje), por poner dos ejemplos, pero tampoco es para tanto. Ahora tengo que aprovechar porque la etapa de bebé es muy corta y luego ya tendré ocasiones para hacer de vez en cuando alguna de esas cosas, cuando sea más mayor (si es que aún me quedan energías, claro).

¡Ainsss, qué tiempos! ;)


Si con la edad que yo tengo piensas que aún eres demasiado joven porque un hijo te entorpecerá para hacer lo que te apetece, sería mejor plantearse si de verdad quieres tener hijos, porque ¡oye!, que tampoco es obligatorio, ¿eh? Tener un hijo "por que toca" luego sí que puede ser un lastre y un tostón por mucho que lo quieras, y eso sí que verdaderamente sería una pena. Se puede ser muy buenos padres con veinte años, con treinta o con cuarenta, de eso no hay duda, pero se suele obviar algo muy importante: hay una edad biológica óptima para ser madre, después de la cual se hace cada vez más difícil, y querer tener un hijo y pasar años sin conseguirlo se hace muy duro. Se puede esperar a los cuarenta, no digo que no, pero igual tienes mala suerte y pierdes la oportunidad de vivir la experiencia más increíble de tu vida.

Y tú, ¿qué opinas? ¿Cuál es la mejor edad para tener hijos?




sábado, 24 de noviembre de 2012

Quen poidera namorala

Hace unos días, no pude evitar una sonrisa cuando mi  madre, para dormir al niño, se puso a tararearle una canción, que iba improvisando mientras cantaba. Y entonces me dí cuenta de que se guarda el recuerdo de cuando tu madre te cantaba, aunque parezca que eras demasiado pequeño para recordarlo. Y mira que muchas veces me meto con ella, cuando canta canciones de la radio: -Mamá, no has sido dotada para la música, no tienes oído. Le cambias la melodía a todas las canciones...- Pues sonaba muy bien, yo creo que esa manera de cantar me va a sonar siempre bien porque así me cantaba a mí. 

Seguro que aunque tu madre cante como el maullido lastimero de seis gatos desesperados (no es el caso de la mía, no, es un decir) para ti que eres un bebé no existe mejor sonido. Por eso, si eres madre, cántale mucho a tu bebé, te lo recomiendo: el resto del mundo puede decir que cantas regular, que cantas mal, que cantas peor... pero él te va a mirar con esa cara de adoración que derrite un iceberg. 

Pablo no puede decir que su madre sea una sosa en ese sentido, PapádePablo ya dice que soy un karaoke andante. Y que no se queje, que toco multitud de estilos musicales. Precisamente hace un ratito lo acabo de dormir como más me gusta: con una canción preciosa, escrita en el idioma más dulce de la Tierra. Si ya dicen que los gallegos hablamos cantando, imaginaos cómo somos cuando realmente estamos cantando, jeje. Ahí os la dejo, para mí es un deleite escucharla, con suerte os gustará. 

Buenas noches. Boas noites.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Me va a salir caro este blog


Esta simpática vaca que se ve en la foto es una hucha. Es un regalito de bodas que me hizo mi prima, y le hemos encontrado una interesante utilidad: la estamos usando para pagar las multas. ¿Pero qué multas? Pues resulta que, para intentar irnos antes a dormir, decidimos que quien se acueste más tarde de las 00:30 tiene que pagarle un euro a la vaca, exceptuando si estamos en pie por motivos ajenos a nuestra voluntad, o lo que es lo mismo, por voluntad del pequeñajo.

Si alguien se ha fijado a las horas que publico los post, se dará cuenta de que gracias a mí la vaca se va a hacer de oro, tanto que ya está mirando para reservar unas vaca-ciones en la playa. Lo que no sabe la muy ingenua es que el dinero que juntemos lo vamos a emplear cuando llegue el buen tiempo, para irnos de fin de semana en familia PapádePablo, Pablo y yo. Bueno, será una contribución, con lo de la hucha sólo espero que no alcance, porque en ese caso habré llegado a la primavera con unas ojeras perpetuas.

Hoy por ejemplo me he acostado, pero me he vuelto a levantar tan pronto me aseguré de que tenía al niño en brazos de Morfeo, y me he liado tanto dando vueltas al tema para otro post que al final me han dado las tantas y me he inspirado para homenajear a la feliz vaca. Y es que entre pensar lo que voy a decir y buscar una foto adecuada, con el agravante de que es política del blog que las fotos sean todas mías (serán mejores o peores, pero es que así me tiene más chiste), pierdo tiempo y más tiempo, pero me lo paso pipa, jejeje. Para quien se pregunte porqué no me pongo con estas cosas en otros momentos del día menos intempestivos, le remito al post sobre mi muchísimo tiempo libre...

Así que mañana, como tantos otros días, le explicaré al niño que vamos a echar una monedita en la vaca, cosa que se ve que le divierte porque la vaquita para agradecerlo hace ¡muuuuuuuuuuuuu! (mi prima, que es "mú" graciosa ;) ) Todo sea por el primer viajecito de Pablo, estoy deseando que llegue para hacer un relato de nuestras aventuras y desventuras. De momento, me voy a la cama que se me caen los párpados.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Pocoyó, Pablo y el abuelo



Este Pocoyó es el mejor amigo de Pablo. De hecho, empiezan siempre en día juntos, porque cuando el niño se despierta Pocoyó le da los buenos días y le canta su nana (hay que "presionarlo" para que cante, como en los interrogatorios de las películas, jejeje). Cuando lo ve le sonríe y a veces le habla, pero sobre todo le muestra su cariño en forma de babas, que cómo podéis imaginar une mucho y forja amistades de por vida XDDD. Pero el tema de este post no es el muñeco en sí, sino que se trata de una reflexión sobre algo que ocurrió el día que se lo regalaron, y que ya se ha repetido también en otras ocasiones.

Ahora el niño ya no cabe en un moisés, pero antes teníamos uno en casa de mis padres que nos prestaron y donde se echaba unas siestas magníficas, que por cierto nunca tan buenas las echó en su propia casa (esto se debe al influjo de un tal Murphy, del que nos acordamos a menudo todos los padres y madres...) Pues un día llegamos y Pocoyó estaba allí instalado, tapadito y todo, por obra del tío de Pablo. A mí me hizo mucha ilusión el regalo y se lo presenté al niño: ¡Holaaaaaa, Pablooooooo, soy tu amiguito Pocoyó!, ¡Toma, un besito!,  y otras frasecitas por el estilo.

En estas estábamos cuando entró mi padre en escena. Mi padre, que adora a su nieto pero que nunca ha sido ni será el rey de la pedagogía, le espetó: -Uuuuuy, ¿quién es ese? ¿qué hace metido en tu cama? ¡Dale una patada y échalo! ¡Sí, que es tonto, pégale una patada!- Yo me quedé perpleja, y mi hermano lo mismo, con cara de poker. Yo venga a insistirle en que era un muñeco muy lindo, y mi padre riéndose y bromeando con que le diese patadas.

Ya sé perfectamente que el niño no iba a entender el significado ni la intención de lo que le estaban diciendo, porque era muy pequeño, pero dudo mucho que tenga intención de cambiar el discurso cuando sea más grande porque no ve nada de malo en ello. ¿Porqué hay adultos que se divierten con este tipo de cosas? Es que también he visto en ocasiones que un niño ya más mayorcito pega una patada a algo o golpea a alguna persona, y en lugar de corregirlo y explicarle porqué no hacerlo, por el contrario se ríen y hacen bromas. Yo, si con mis dos o tres años veo que lo que hago causa tales reacciones, estaré encantada de volver a repetirlo, ¿no? ¡Hala, a repartir patadas y mamporros, que así voy a ser la reina del mambo! Conste que creo que todos los niños en algún momento pasarán una etapa en la que van a hacer esas cosas, pero según cómo reaccionemos se volverá o no una costumbre.

Curiosamente, cuando el niño empiece a comportarse de manera agresiva con cierta frecuencia, las mismas personas que le rieron la gracia le van a reprender. No me extrañaría nada que luego lo tachen de malcriado y acaben teniendo la culpa sus padres, que lo han educado tan mal. Me parece que ya los estoy oyendo: "Tantos mimos y tantos brazos, y claro, lo han convertido en un pequeño tirano..."


Amigos para siempre :)
Por descontado, todo esto lo tenemos muy claro y sabemos cómo queremos educar a nuestro hijo, pero a menudo nos vamos a encontrar con que las personas de nuestro entorno no nos entienden e incluso piensan que tenemos "muchas manías" e "ideas raras". ¿Cómo se le dice a alguien que actúa con todo el cariño hacia tu hijo que lo que hace no es correcto sin ofenderlo? Corregir a los niños es el pan de cada día en todas las familias pero, ¿corregir a los adultos? ¿Eso cómo se hace? Agradezco que venga alguien y me ilumine, porque el tema da para mucho. 


jueves, 15 de noviembre de 2012

Malas costumbres que cambiar (II)


No sé en qué momento PapádePablo y yo empezamos a llevarnos la cena al salón para ver la tele. Yo personalmente nunca he sido de ver la televisión comiendo, de niña solamente teníamos una en el salón y de adulta he seguido con la misma costumbre. El caso es que terminamos así sin darnos cuenta: un día que no te quieres perder ese programa especial, otro que total para picar algo ya lo hacemos aquí... al final se vuelve una costumbre y lo haces todos los días.

No fue hasta que me quedé embarazada que empezamos a replantearnos el asunto. Nos empezamos a imaginar un niño "embobado" mirando la televisión sin probar bocado, y a nosotros hablándole y el pequeño ni caso. No es muy difícil de imaginar porque el padre es así, tal cual, se queda mirando la pantalla y entra como en trance. Le puedo decir su nombre tres o cuatro veces (sentada a su lado, ¿eh?) y el tío ni se inmuta. A veces sí, si están echando carreras de motociclismo grita, salta y otros aspavientos varios, pero seguir sigue sin hacerme ni caso. En fin...

Es sabido, y hay estudios que así lo confirman, que comer frente a la televisión induce hábitos alimenticios poco saludables, y favorece el sedentarismo y la obesidad. Para saber algo más sobre el tema, podéis seguir el siguiente enlace.
Imaginado el panorama, y reconociendo que "no era plan", un buen día PapádePablo dijo: se acabó, a partir de hoy comemos siempre en la cocina, que tenemos que acostumbrarnos para que cuando nazca Pablo le demos buen ejemplo. Y así lo hicimos, ¡y vaya cambio! 
Comer sin televisión hace que disfrutemos la comida mucho más. Antes era engullir y mirar pantalla, y ni nos enterábamos de lo que comíamos. Ahora disfrutamos la comida mucho más, yo creo que hasta nos sabe mejor. Y sobre todo lo mejor es que hablamos más: de lo buena que está la comida (bueno, o de la pifia que ha salido, que de todo hay), de cómo nos ha ido el día, de las últimas novedades que nos hemos enterado... Y ahora que Pablo se sienta con nosotros a la mesa, disfrutamos de lo que es una verdadera comida en familia.



martes, 13 de noviembre de 2012

¡Tú tienes mucho tiempo libre!


¡Tú tienes mucho tiempo libre! Esto es lo que me dijo mi amiga R. el viernes, cuando le comenté así como por encima que estaba escribiendo un blog. -Bueno, no te creas...- le dije. A lo que me contestó que cuando empezase a trabajar ya no tendría tiempo, pero que si me dedicaba a estas cosas es que me sobra. 

A ver... puede que sea lo que parezca. Quienes leen habitualmente este blog (esas almas caritativas y compañeras de blogosfera que hacen que no navegue sola por el proceloso mar de internet, ¡ay! que poético me ha quedado) tienen una idea bastante aproximada del "muchísimo" tiempo libre que tengo. Con un pequeñajo a cuestas todo el día, que de día no duerme si no es en brazos, que no juega tranquilo si no estoy a su lado, que come cada pocas horas (con sus correspondientes cambios de pañal), que hace que el simple hecho de tender la colada sea interrumpido con juegos y "cucamonas" varias al menos unas tres o cuatro veces, y eso porque estoy a su lado y no me pierde de vista... pues mi tiempo libre es más bien limitadillo. Ya sé que se puede cuidar a un bebé de otra manera, pero vaya, ya no sería mi manera. Y sobre todo no sería la manera que necesita Pablo, que es lo más importante. 

¿Y cómo hago para escribir un blog? Y no sólo escribirlo, sino leer actualizaciones de otras bitácoras que sigo, dar una vueltilla por las redes sociales y ponerme al día de las últimas noticias... Pues quitando el tiempo de donde puedo. Principalmente gracias a PapádePablo, que cuando llega de trabajar toma el relevo con el niño y es experto, expertísimo, en dormir bebés por el método del "pasillo va, pasillo viene", mientras mamá le da a la tecla cosa fina. El resto del tiempo, lo consigo aprovechando que en las siestitas diurnas del peque me queda una mano libre que utilizar con el ratón o el teléfono móvil. Según vaya creciendo Pablo y se ponga "interesante" la cosa, ya veré cómo me adapto. Pero yo esto no lo dejo, ni hablar.

¿Cómo lo hacen las madres que trabajan fuera de casa (lo sabré en unos mesecitos) y además de un bebé tienen otro que ya corretea por todas partes y va enlazando ocurrencias y genialidades varias sin solución de continuidad? Y hay madres blogueras con familia numerosa también... pues no sé, pero las admiro mucho y las comprendo a partes iguales.

Porque el quid de la cuestión para mí sería: ¿porqué invertir el tiempo libre que me deja el día a día como madre para escribir un blog? Pues principalmente por dos motivos. El primero, y ya lo he dicho en el post que escribí para inaugurar este espacio, porque se aprende mucho estando en contacto con personas que viven experiencias similares a las nuestras. 
El segundo motivo que me hace escribir esto es que después de pasar tooooooodo el día con Pablo, aunque es lo más bonito del mundo y lo más satisfactorio, a mí me hace falta tener otra actividad. Cambiar un poco el chip y hacer algo distinto para despejar un rato la mente. En verano era más ameno porque paseábamos mucho más, pero ahora entre la lluvia y el frío los paseos son mucho más cortos, y se vuelve todo un poco rutinario. Habrá quien piense que para descansar lo mejor sería dejar al niño con alguien y dedicar una horilla a hacer deporte, pintura, punto de cruz o qué se yo... a mí es pensar en separarme del niño y me entran los siete males, si una vez que lo dejé con su padre para ir a comprar un móvil tuve que llamarlo desde la tienda de telefonía para ver qué tal les iba... (sí, así de fuerte nos da a las madres).

Y además de todo: me divierto, me desahogo... ¡y es gratis! :) Y aquí lo dejo, que me reclama Pablo.

Y tú que me lees, ¿tienes también "mucho" tiempo libre?

sábado, 10 de noviembre de 2012

Pedro y Pablo

No he contado nada hasta ahora del nacimiento de Pablo. La verdad, tampoco tengo mucho que aportar al respecto, porque es imposible describir lo hermoso que es el nacimiento de un hijo: hay que vivirlo. Lo que sí voy a contar son algunas cosas que recuerdo de nuestra estancia en el hospital. Igual le puede ser de utilidad a alguien.

Después de un bonito parto, una madre emocionada, un padre soltando la lagrimilla y un bebé abriendo por primera vez sus ojos al mundo, nos hicimos inquilinos de la habitación 439 (¿alguien más recuerda tonterías como el número de la habitación del hospital?), que en aquellos días rebautizamos como la "habitación de los Picapiedra". Nosotros llegamos con nuestro pequeño Pablo, y allí estaba esperándonos su compañero Pedro con sus papás, también emocionados padres primerizos que llevaban allí unos días tras la cesárea de la mamá. Juntos pasamos tres días, hasta que nos dieron el alta a todos, en los que compartimos momentos de llantos nocturnos, curas de ombligo y anécdotas varias.

El día que nació Pablo no tuvimos visitas en el hospital. Al día siguiente vinieron los abuelos y mi hermano como únicas excepciones, y el resto del tiempo estuvimos tranquilos y solos. Ya lo tenía decidido desde bastante antes de nacer Pablo, porque después de leer ampliamente sobre la lactancia estaba convencida de que las visitas lo único que iban a conseguir era hacérnoslo más dificil, con los inevitables consejos no pedidos y comentarios. Sin duda fue un acierto, que volveré a repetir de tener otro hijo. Gracias a hacer las cosas a nuestra manera, a tomárnoslo con la mayor tranquilidad posible y sobre todo gracias al apoyo de PapádePablo, salimos del hospital con la lactancia establecida. 

Tengo que decir que el trabajo de las matronas fue impecable, por lo menos desde mi punto de vista. Facilitaron el contacto piel con piel desde el primer instante, y eso hace que todo venga, si no rodado, sí mucho más fácil y natural. Siento no poder decir lo mismo de todas las enfermeras que nos atendieron ya en planta. Creo que en general hacen su trabajo lo mejor que pueden, pero algunas con sus actuaciones fueron decisivas para cargarse la lactancia de nuestro vecinito, Pedro. No sé cómo lo vivieron los protagonistas, pero yo lo recuerdo así:

La mamá de Pedro pasó una odisea antes de que éste pudo nacer. Por lo que me contó, después de intentar  durante bastante tiempo el parto natural sin éxito, la ginecóloga recurrió a la cesárea de urgencia. La consecuencia de esto fue  una madre agotada y un bebé que pasó los importantísimos primeros momentos de su vida separado de su única referencia en el mundo. Esto por lo que tengo entendido es evitable y hay hospitales en los que ponen al niño en brazos de la madre enseguida tras la cesárea, pero en su caso no fue así. A esto hay que sumar que muchas posturas se hacen en esa situación dolorosas y la pobre madre no sabe ni cómo colocar al bebé para alimentarlo sin lastimarse. El cuadro que yo vi era un niño que lloraba porque no sabía cogerse al pecho, una madre que también lloraba de dolor y frustración, una abuela que presionaba a su hija porque "es que a mí me hace mucha ilusión que le de la teta", y unas enfermeras que solucionaban la coyuntura con biberones "de apoyo". Y como único aspecto positivo, un padre que hacía todo lo que podía, que no era poco.

Mientras, Pablo iba alimentándose poco a poco, y lloraba para reclamarme una y otra vez. El padre de Pedro me aconsejó un biberón de apoyo, que no pasaba nada, y supe que la lactancia de nuestro pequeño amigo estaba sentenciada. También me lo ofreció en una ocasión una enfermera porque como buena madre primeriza le pregunté si era normal que Pablo llorase tanto, si se debería a que la postura no era la adecuada. Pues si esa era la ayuda que me iban a dar, no gracias, que ya nos apañamos nosotros solos. La sufrida mamá de Pedro probó con pezoneras y con un sacaleches eléctrico al que doy fe que estuvo "enchufada" horas, y siguieron con los biberones, hasta que el pobre padre decidió que no podían seguir pasándolo tan mal y llamaron a las enfermeras para que le facilitasen las pastillas para cortar la leche. Y ellas, las mismas que tuvieron la genial idea de darles biberones, se ensañaron con los pobres por darse por vencidos. Pese a todo, fue desde ese momento cuando empezaron a disfrutar verdaderamente del pequeño, así que me alegré mucho por ellos y creo que en sus circunstancias era lo que debían hacer. Lo bueno y lo correcto es lo que hace feliz a nuestro hijo y a nosotros como padres, ¿no?

En cuanto a mí, me había leído de pe a pa el libro de Carlos González "Un regalo para toda la vida", y había recibido muy buenos consejos de la matrona de mi centro de salud, por lo que sabía muy bien lo que tenía que hacer, e igualmente importante, lo que no tenía que hacer. Y por si me asaltaba la inseguridad y los miedos del puerperio, ahí estaba PapádePablo: paseando al niño por las noches, cambiando pañales, acariciándome  y animándome cuando veía mis gestos de dolor. Ahí supe que era verdad lo que dicen de que la relación de pareja cambia con la llegada de un hijo. Y tanto, cambia para mejor, por lo menos en nuestro caso. Como dije antes, salí del hospital tranquila con el tema de la lactancia, y sabiendo que ya eran dos "los hombres de mi vida". Ahí los tenéis: para comérselos :)



viernes, 9 de noviembre de 2012

Un juguete "nuevo" para Pablo

Hace unos días estuvimos mi madre y yo rebuscando entre ese montón de cosas mías de naturaleza diversa que, siete años después, siguen invadiendo espacio en su casa. La idea era tirar cosas, y algunas tiré, pero cada vez que hago una de esas "limpiezas", siempre encuentro algo que ya ni recordaba que tenía. Y allí, junto con las cartas de mis amigas, la colección de entradas de cine y aquellos guantes con un dedo de cada color que mi madre tejió para mí (adoro esos guantes), estaba él: el osito.

Dice mi madre que no recuerda de donde salió. Es pequeñito y de trapo, de confección muy simple, pero yo de pequeñita lo tenía en gran consideración: lo acostaba en la cama a dormir, lo tapaba con las mantas y ¡hala!, los dos a los brazos de Morfeo. La verdad es que no recuerdo el detalle, pero sí, me imagino a mi misma perfectamente tapándolo con todo cuidado para que no cogiese frío, a mi amigo el oso. Es que yo era muy considerada con mis muñecos. Bueno, aún lo soy, igual tengo que hacérmelo mirar, pero les tengo cierta simpatía y me gusta colocarlos con cuidado, jeje. Tengo hasta una pequeña vaca de peluche que siento para que pueda ver la televisión. Vale, vale, voy pidiendo cita para hacer terapia....

Ayer volví a casa de mis padres y allí estaba el oso, lavadito (que buena falta le hacía) y dispuesto a hacerse amigo de un nuevo niño. No sin antes pasar por una pequeña reparación con aguja e hilo porque al pobre se le salía el relleno por detrás. Y tiene pinta de haberse remendado más de una vez, que mira que es sufrido. Pues sí que nos salió barato el juguete, porque a Pablo le ha gustado y la verdad es que es normal, porque es ligero y fácil de sujetar. Y lo cierto es que me ha hecho ilusión, para qué lo voy a negar, soy una ñoña. Es muy bonito ver como un juguete que te hizo feliz de niña puede servir también para entretener a tu hijo. Y más una cosa tan simple como un pequeño muñeco de trapo, modesto, quizás no especialmente bonito si lo miramos de manera objetiva pero ¡qué caramba!, es nuestro osito.


Hay juguetes fabulosos en las tiendas, y vamos a comprar más de uno y más de dos, eso seguro, pero a veces no es necesario ser demasiado sofisticado ni gastar mucho dinero. Me gustaría que ese fuese uno de los valores que supiésemos transmitirle a nuestro hijo, que el valor de las cosas no es sólo monetario y que lo importante es saber disfrutar con lo que tenemos a nuestro alcance. De momento no lo entiende porque es muy pequeño, y de por sí un bebé no es materialista, eso lo adquirimos cuando vamos creciendo influenciados por el ambiente. Pero aunque no lo sabe ya está recibiendo sus primeras lecciones. Aquí os dejo una foto del nuevo amigo de Pablo, un superviviente.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Tres a la mesa

Esta semana Pablo ha estrenado su trona. Y como se puede ver en la foto, y si no se ve lo explico yo, es una trona diseñada para utilizar a partir de los seis meses, que es cuando por lo general los niños ya están preparados para empezar a probar alimentos porque se sostienen sentados sin ayuda. Esto se debe a que no se reclina, ya que la idea es utilizarla solamente para lo que está pensada: comer. Quien lea esto podría preguntarse a qué viene entonces utilizarla con un niño de cuatro meses y medio. Principalmente lo hemos decidido por dos razones:


Primera razón: PapádePablo y yo empezamos a echar de menos comer juntos con cierta comodidad. Porque en nuestra casa, hasta ahora, se ha comido por turnos. Primero como yo, y luego come el padre, y de paso el niño también. Comer mientras el niño duerme es ciencia ficción, porque cuando duerme durante el día, en cuanto lo soltamos de los brazos y lo ponemos en la cuna, la cama o el capazo, se despierta automáticamente. Quien dice automáticamente dice a los tres minutos, pero vamos, más tiempo es muy poco probable tirando hacia lo imposible. Y comer con una mano sujetando al niño con la otra siempre acaba siendo comer a medias, y eso que PapádePablo todavía se da cierta maña... A mí me cuesta mucho más, acabo jugando con él pero sin comer.

Segunda razón: Cuando comemos Pablo no nos quita ojo. Vamos, la verdad es que no se pierde detalle cuando plancho, o cocino, o realizo cualquier tarea mientras su padre lo tiene en brazos, pero es que cuando comemos ¡alucina! Su cara es un poema. Yo no sé si son así todos los niños, pero definitivamente parece que lo encuentra apasionante. Tanto interés tiene que a veces pienso que quiere probar la comida también, pero la verdad es que creo que todavía le falta bastante para estar preparado. Eso sí, la curiosidad la tiene toda, y si me descuido mete la mano al plato.

Por todo ello hemos pensado que Pablo merece sentarse a la mesa con nosotros. Al principio tenía mis reservas, porque es pequeño y tenía miedo de que la postura no fuese adecuada para él, pero la verdad es que se sostiene bastante derecho con algo de ayuda, y decidimos hacer la prueba y ponerlo un ratito corto. Lo justo para que yo coma, que de momento me parece suficiente para que no se canse. Pues caramba, ha sido todo un éxito. La primera vez abría los ojos como platos y giraba la cabeza para todos los lados, y las siguientes parece que lo pasa bien: examina su trona, mira para el suelo (todavía está asimilando a dónde lo hemos encaramado), nos mira y se ríe, y juega con cosas que ponemos en la mesa. Y nos vuelve a mirar y sonríe feliz.

El secreto del asunto es que la trona no tiene bandeja, está diseñada para utilizarla en la mesa de los adultos. Está sentado a nuestra altura, a la mesa con nosotros. Creo que está tan feliz porque se siente integrado. Bueno, no se siente, está integrado, es uno más a la mesa. Igual que es uno más cuando dormimos, o cuando vamos de compras... No lo hemos hecho en todas las comidas, pero sí ha estado un ratito cada día y me parece que está dando un paso muy importante. Y yo también, que hoy he tomado postre y luego una infusión, jejeje. Mi niño se hace mayor, ainssssss...


sábado, 3 de noviembre de 2012

Malas costumbres que cambiar (I)

Cuando nos hacemos padres, pasamos a estar más controlados que en un reallity show de esos que salen por la tele. Hay dos ojillos y dos oídos que no se van a perder detalle de lo que hagamos, de lo que digamos y de nuestras actitudes día a día hacia todas las cosas. PapádePablo y yo sabemos que vamos a ser su ejemplo a seguir, que los niños aprenden imitando y que tenemos que pensarnos las cosas un poco más, ser más conscientes de cuestiones a las que no le dábamos antes tanta importancia. Nos hemos mirado a nosotros mismos y hemos visto que tenemos malas costumbres que cambiar, y en eso estamos.

Cuando PapádePablo y yo empezamos a convivir, yo ya vivía sola. Llevaba poco tiempo en esta casa pero ya hacía un par de años que no vivía con mis padres. Por su parte, él seguía con los suyos hasta que se mudó aquí. Yo tenía mis cosas, mi orden y mi manera de hacer todo, y el recién llegado se encontró con que se tenía que amoldar a ello. Era normal, al principio era una visita, pero poco a poco mi casa pasó a ser nuestra casa. El problema es que somos animales de costumbres, y no me gustaba nada que me cambiase las cosas de sitio o quisiera hacerlas de otra manera, o que se le ocurriese cambiar la marca de mis productos preferidos. Vamos, ¡llegar del supermercado con otro suavizante nuevo para probar! Si éste de la marca "ElQueHueleMásRico" es el que prefiero de todos los que he probado. No, no, no, no me vuelvas a comprar otro. Habrase visto... ¿Pero dónde lo vas a guardar? No, ahí no, los productos para lavar la ropa los pongo ahí: para un lado detergente, para el otro suavizante... ¿ves?

Reconozco que soy un poco mandona, y quizás PapádePablo hasta prefiera la comodidad de hacer las cosas a mi manera y que lo organice todo yo. Bueno, según sus palabras, para qué va a hacer las cosas de otro modo si luego, como no están a mi gusto, las tendrá que hacer de nuevo otra vez. Sí, sí, ya digo que reconozco que soy mandona en algunas cosas. Pero es que eso para educar a un niño me parece un problema bastante importante. A lo mejor alguien me diría el tópico de que "las mujeres sois así, tampoco pasa nada, ya estamos acostumbrados", pero cuando intento cambiar la perspectiva de las cosas, la verdad es que toman otro aspecto.



¿Qué impresión puede tener Pablo si ve que hay una persona en casa que manda y ordena?

martes, 30 de octubre de 2012

¡Mamá, aquí me aburro!

Pablo nació en verano, y tuvimos la suerte de aprovechar el buen tiempo dando unos paseos estupendos en el carrito. Al principio se quedaba dormidito al poco de poner el carro en marcha, pero según ha ido creciendo disfrutaba más el paseo porque iba mirando muy atento hacia mí, hacia los árboles, hacia las nubes en el cielo... tan mono, en su capacito... pues me parece que ya lo podemos ir jubilando y montando la silla.




Cuando lo compré, estaba convencida de que lo utilizaría durante los seis meses que aconseja el fabricante, ¿porqué iba yo a cambiarlo antes? Es que alguna amiga ya me había dicho que se cansaría de ir ahí metido, pero yo lo ponía en duda, con lo hiperconfortable que es. Bueno, lo confortable que parece, yo no lo he probado porque no quepo. Además, se me pasó por la mente que si yo lo "persuadía" aguantaría esos seis meses, que para eso sé yo lo que es mejor para él, que soy su madre. Muy poco empático el razonamiento, ¿no? Pues como en todo lo demás, mi niño sabe comunicar perfectamente lo que quiere, y después de muchos paseos felices ahora se le ve que empieza a perder la paciencia. Vamos, que quiere ver mundo y el capazo limita un tanto sus posibilidades. Porque claro, cuando estás en un momento en que tooooooooooodo te llama poderosamente la atención, que el panorama del paseo sea: nubecita, nubecita, árbol, farola, árbol, nubecita... pues qué queréis que os diga, me pongo en sus patucos y creo que yo también me acabaría aburriendo.

Menos mal que alternamos el cochecito con una mochila ergonómica, que nos encanta a los dos (un día de estos le dedico un post, que bien lo merece), pero para según qué situaciones ya veo necesario el uso de la silla. Pero es que... ¡es tan pequeñito! ¡si solo tiene cuatro meses! Me está empezando a dar una sensación de vértigo, porque estamos abandonando una etapa y ya lo veo más mayor. Es una alegría verlo crecer, pero al mismo tiempo da una especie de penilla rara, y sospecho que me va a ir pasando esto mismo con muchas más cosas.

¿Os ha pasado lo mismo? ¿vuestros niños han ido en una silla tan pequeños? Igual todo es probar...

viernes, 26 de octubre de 2012

La habitación de Pablo

Cuando vas a tener un bebé, la mayoría de la gente da por hecho que estás como loco/a preparando su habitación, y en muchos casos es cierto. Pintar de un color bonito, comprar muebles infantiles, coordinar todo para que sea digno de revista de decoración... en fin, esas cosillas. Los padres suelen dedicar horas y horas a decorar el espacio para el rey de la casa, y algunos te van enseñando fotos del paso a paso para que admires sus progresos artísticos con la brocha gorda. Es inevitable, todo lo relacionado con un futuro hijo siempre hace mucha ilusión, es como cuando le compré su primera ropita a mi niño y no dejaba de mirarla, toda ñoña yo.

Al tema: La habitación de Pablo es la que podéis ver en la foto. El resto de la habitación lo componen la cama de papi y mami, el armario de los tres, la cómoda, dos mesitas y poco más. No es que tengamos la habitación preparada para cuando sea más grande: es que no tenemos más. Cocina, baño, dormitorio, salón, y se acabó la visita guiada por la casa. Hay alguna persona que, habiendo estado en mi casa, me preguntó en su momento si ya tenía listo el cuarto del bebé, serán lapsus que tiene la gente... como siempre se preguntan las mismas cosas a los padres primerizos, cogen carrerilla y ya ni lo piensan.


Algún día nos mudaremos de casa para que pueda tener su espacio, su cama, armario para sus cosas... pero de momento no tenemos mucha prisa, ni nosotros ni creo que Pablo la tenga tampoco. De hecho, hasta los tres meses durmió en nuestra cama y ahora en una cuna de colecho, de esas que se enganchan a un lado de la cama y son como una extensión de ésta. Para nuestra pequeña familia ha resultado ser la fórmula perfecta.