lunes, 26 de noviembre de 2012

¿Joven para ser madre?

Me lo han dicho ya varias personas, gente por la calle, en el supermercado o en el centro de salud: que soy una mamá joven. Pero a ver, señora, ¡que tengo 32 años! ¿joven? Yo cada vez que escucho una cosa de estas me quedo totalmente descolocada. Mi madre a mí me lleva veintidós... Lo cierto es que, teniendo en cuenta que Pablo nació a un par de semanas de mi cumpleaños, se puede decir que estoy exactamente en la media de edad tanto gallega como española.

Ahora mismo me estoy acordando de una amiga, V., que tuvo a su hija con 25 años y dice que cuando la niña era más pequeña tenía la impresión de que alguna gente se le quedaba mirando cuando iban por la calle. Ella piensa que es porque la veían joven, y no dudo que sea cierto, porque hace un par de semanas también casualmente me comentaba otra persona que a los veinticinco se es demasiado joven para ser madre. Que si tuviese quince sería normal, yo también me quedaría mirando, pero vamos...

La edad para ser madre, como comenta el artículo de prensa del enlace, es cada vez mayor. Me parece muy normal que suceda porque entre que una termina sus estudios y encuentra un trabajo (cada día más difícil), y al mismo tiempo encuentra una pareja estable con la que decida formar una familia, van pasando los años. Lo cierto es que tampoco existe esa situación "ideal" en la que decir: este es el momento perfecto para tener hijos, porque cuando uno tiene la estabilidad sentimental y económica luego se encuentra con que le falta lo más importante, que es disponer de tiempo para criar un hijo. Porque, que nadie se engañe, es tan necesario el tiempo como el dinero, pero eso ya es otro tema. 
Así, nos encontramos muchas personas ya en la treintena que quieren tener hijos pero no se atreven porque no se encuentran en las condiciones más favorables, pero también hay gente de la misma edad que no los tiene porque dicen que son todavía jóvenes y tienen aún que disfrutar antes de formar familia. A estos últimos es a los que va dedicado el post: que no me lo vayan a tomar a mal, pero...

A algunos parece que se les va a terminar la vida cuando tengan hijos. Yo, que ahora tengo uno, más bien pienso en todas las cosas que ahora me apetece hacer y tengo un montón de ideas, planes e ilusiones. Hasta ahora me lo he pasado estupendamente y he disfrutado de muchas cosas: he salido de marcha y de copas durante años, he ido a fiestas, conciertos, festivales, pequeños viajes... ¡me lo he pasado pipa! Pues ahora veo a Pablo y lo que me imagino es los sitios que visitaremos juntos, los espectáculos a los que lo llevaré para que los disfrute, las salidas a comer en familia (que seguro serán accidentadas pero aún así me apetecen)... espero que tengamos la energía suficiente, porque hay muchas cosas geniales por hacer cuando se tienen hijos. 
Sí que pienso que alguna vez echaré en falta algunas cosas que no puedo hacer mientras sea muy pequeño, como ir al cine con mis amigas o a conciertos con mi hermano ( \m/ jejeje), por poner dos ejemplos, pero tampoco es para tanto. Ahora tengo que aprovechar porque la etapa de bebé es muy corta y luego ya tendré ocasiones para hacer de vez en cuando alguna de esas cosas, cuando sea más mayor (si es que aún me quedan energías, claro).

¡Ainsss, qué tiempos! ;)


Si con la edad que yo tengo piensas que aún eres demasiado joven porque un hijo te entorpecerá para hacer lo que te apetece, sería mejor plantearse si de verdad quieres tener hijos, porque ¡oye!, que tampoco es obligatorio, ¿eh? Tener un hijo "por que toca" luego sí que puede ser un lastre y un tostón por mucho que lo quieras, y eso sí que verdaderamente sería una pena. Se puede ser muy buenos padres con veinte años, con treinta o con cuarenta, de eso no hay duda, pero se suele obviar algo muy importante: hay una edad biológica óptima para ser madre, después de la cual se hace cada vez más difícil, y querer tener un hijo y pasar años sin conseguirlo se hace muy duro. Se puede esperar a los cuarenta, no digo que no, pero igual tienes mala suerte y pierdes la oportunidad de vivir la experiencia más increíble de tu vida.

Y tú, ¿qué opinas? ¿Cuál es la mejor edad para tener hijos?




sábado, 24 de noviembre de 2012

Quen poidera namorala

Hace unos días, no pude evitar una sonrisa cuando mi  madre, para dormir al niño, se puso a tararearle una canción, que iba improvisando mientras cantaba. Y entonces me dí cuenta de que se guarda el recuerdo de cuando tu madre te cantaba, aunque parezca que eras demasiado pequeño para recordarlo. Y mira que muchas veces me meto con ella, cuando canta canciones de la radio: -Mamá, no has sido dotada para la música, no tienes oído. Le cambias la melodía a todas las canciones...- Pues sonaba muy bien, yo creo que esa manera de cantar me va a sonar siempre bien porque así me cantaba a mí. 

Seguro que aunque tu madre cante como el maullido lastimero de seis gatos desesperados (no es el caso de la mía, no, es un decir) para ti que eres un bebé no existe mejor sonido. Por eso, si eres madre, cántale mucho a tu bebé, te lo recomiendo: el resto del mundo puede decir que cantas regular, que cantas mal, que cantas peor... pero él te va a mirar con esa cara de adoración que derrite un iceberg. 

Pablo no puede decir que su madre sea una sosa en ese sentido, PapádePablo ya dice que soy un karaoke andante. Y que no se queje, que toco multitud de estilos musicales. Precisamente hace un ratito lo acabo de dormir como más me gusta: con una canción preciosa, escrita en el idioma más dulce de la Tierra. Si ya dicen que los gallegos hablamos cantando, imaginaos cómo somos cuando realmente estamos cantando, jeje. Ahí os la dejo, para mí es un deleite escucharla, con suerte os gustará. 

Buenas noches. Boas noites.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

Me va a salir caro este blog


Esta simpática vaca que se ve en la foto es una hucha. Es un regalito de bodas que me hizo mi prima, y le hemos encontrado una interesante utilidad: la estamos usando para pagar las multas. ¿Pero qué multas? Pues resulta que, para intentar irnos antes a dormir, decidimos que quien se acueste más tarde de las 00:30 tiene que pagarle un euro a la vaca, exceptuando si estamos en pie por motivos ajenos a nuestra voluntad, o lo que es lo mismo, por voluntad del pequeñajo.

Si alguien se ha fijado a las horas que publico los post, se dará cuenta de que gracias a mí la vaca se va a hacer de oro, tanto que ya está mirando para reservar unas vaca-ciones en la playa. Lo que no sabe la muy ingenua es que el dinero que juntemos lo vamos a emplear cuando llegue el buen tiempo, para irnos de fin de semana en familia PapádePablo, Pablo y yo. Bueno, será una contribución, con lo de la hucha sólo espero que no alcance, porque en ese caso habré llegado a la primavera con unas ojeras perpetuas.

Hoy por ejemplo me he acostado, pero me he vuelto a levantar tan pronto me aseguré de que tenía al niño en brazos de Morfeo, y me he liado tanto dando vueltas al tema para otro post que al final me han dado las tantas y me he inspirado para homenajear a la feliz vaca. Y es que entre pensar lo que voy a decir y buscar una foto adecuada, con el agravante de que es política del blog que las fotos sean todas mías (serán mejores o peores, pero es que así me tiene más chiste), pierdo tiempo y más tiempo, pero me lo paso pipa, jejeje. Para quien se pregunte porqué no me pongo con estas cosas en otros momentos del día menos intempestivos, le remito al post sobre mi muchísimo tiempo libre...

Así que mañana, como tantos otros días, le explicaré al niño que vamos a echar una monedita en la vaca, cosa que se ve que le divierte porque la vaquita para agradecerlo hace ¡muuuuuuuuuuuuu! (mi prima, que es "mú" graciosa ;) ) Todo sea por el primer viajecito de Pablo, estoy deseando que llegue para hacer un relato de nuestras aventuras y desventuras. De momento, me voy a la cama que se me caen los párpados.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Pocoyó, Pablo y el abuelo



Este Pocoyó es el mejor amigo de Pablo. De hecho, empiezan siempre en día juntos, porque cuando el niño se despierta Pocoyó le da los buenos días y le canta su nana (hay que "presionarlo" para que cante, como en los interrogatorios de las películas, jejeje). Cuando lo ve le sonríe y a veces le habla, pero sobre todo le muestra su cariño en forma de babas, que cómo podéis imaginar une mucho y forja amistades de por vida XDDD. Pero el tema de este post no es el muñeco en sí, sino que se trata de una reflexión sobre algo que ocurrió el día que se lo regalaron, y que ya se ha repetido también en otras ocasiones.

Ahora el niño ya no cabe en un moisés, pero antes teníamos uno en casa de mis padres que nos prestaron y donde se echaba unas siestas magníficas, que por cierto nunca tan buenas las echó en su propia casa (esto se debe al influjo de un tal Murphy, del que nos acordamos a menudo todos los padres y madres...) Pues un día llegamos y Pocoyó estaba allí instalado, tapadito y todo, por obra del tío de Pablo. A mí me hizo mucha ilusión el regalo y se lo presenté al niño: ¡Holaaaaaa, Pablooooooo, soy tu amiguito Pocoyó!, ¡Toma, un besito!,  y otras frasecitas por el estilo.

En estas estábamos cuando entró mi padre en escena. Mi padre, que adora a su nieto pero que nunca ha sido ni será el rey de la pedagogía, le espetó: -Uuuuuy, ¿quién es ese? ¿qué hace metido en tu cama? ¡Dale una patada y échalo! ¡Sí, que es tonto, pégale una patada!- Yo me quedé perpleja, y mi hermano lo mismo, con cara de poker. Yo venga a insistirle en que era un muñeco muy lindo, y mi padre riéndose y bromeando con que le diese patadas.

Ya sé perfectamente que el niño no iba a entender el significado ni la intención de lo que le estaban diciendo, porque era muy pequeño, pero dudo mucho que tenga intención de cambiar el discurso cuando sea más grande porque no ve nada de malo en ello. ¿Porqué hay adultos que se divierten con este tipo de cosas? Es que también he visto en ocasiones que un niño ya más mayorcito pega una patada a algo o golpea a alguna persona, y en lugar de corregirlo y explicarle porqué no hacerlo, por el contrario se ríen y hacen bromas. Yo, si con mis dos o tres años veo que lo que hago causa tales reacciones, estaré encantada de volver a repetirlo, ¿no? ¡Hala, a repartir patadas y mamporros, que así voy a ser la reina del mambo! Conste que creo que todos los niños en algún momento pasarán una etapa en la que van a hacer esas cosas, pero según cómo reaccionemos se volverá o no una costumbre.

Curiosamente, cuando el niño empiece a comportarse de manera agresiva con cierta frecuencia, las mismas personas que le rieron la gracia le van a reprender. No me extrañaría nada que luego lo tachen de malcriado y acaben teniendo la culpa sus padres, que lo han educado tan mal. Me parece que ya los estoy oyendo: "Tantos mimos y tantos brazos, y claro, lo han convertido en un pequeño tirano..."


Amigos para siempre :)
Por descontado, todo esto lo tenemos muy claro y sabemos cómo queremos educar a nuestro hijo, pero a menudo nos vamos a encontrar con que las personas de nuestro entorno no nos entienden e incluso piensan que tenemos "muchas manías" e "ideas raras". ¿Cómo se le dice a alguien que actúa con todo el cariño hacia tu hijo que lo que hace no es correcto sin ofenderlo? Corregir a los niños es el pan de cada día en todas las familias pero, ¿corregir a los adultos? ¿Eso cómo se hace? Agradezco que venga alguien y me ilumine, porque el tema da para mucho. 


jueves, 15 de noviembre de 2012

Malas costumbres que cambiar (II)


No sé en qué momento PapádePablo y yo empezamos a llevarnos la cena al salón para ver la tele. Yo personalmente nunca he sido de ver la televisión comiendo, de niña solamente teníamos una en el salón y de adulta he seguido con la misma costumbre. El caso es que terminamos así sin darnos cuenta: un día que no te quieres perder ese programa especial, otro que total para picar algo ya lo hacemos aquí... al final se vuelve una costumbre y lo haces todos los días.

No fue hasta que me quedé embarazada que empezamos a replantearnos el asunto. Nos empezamos a imaginar un niño "embobado" mirando la televisión sin probar bocado, y a nosotros hablándole y el pequeño ni caso. No es muy difícil de imaginar porque el padre es así, tal cual, se queda mirando la pantalla y entra como en trance. Le puedo decir su nombre tres o cuatro veces (sentada a su lado, ¿eh?) y el tío ni se inmuta. A veces sí, si están echando carreras de motociclismo grita, salta y otros aspavientos varios, pero seguir sigue sin hacerme ni caso. En fin...

Es sabido, y hay estudios que así lo confirman, que comer frente a la televisión induce hábitos alimenticios poco saludables, y favorece el sedentarismo y la obesidad. Para saber algo más sobre el tema, podéis seguir el siguiente enlace.
Imaginado el panorama, y reconociendo que "no era plan", un buen día PapádePablo dijo: se acabó, a partir de hoy comemos siempre en la cocina, que tenemos que acostumbrarnos para que cuando nazca Pablo le demos buen ejemplo. Y así lo hicimos, ¡y vaya cambio! 
Comer sin televisión hace que disfrutemos la comida mucho más. Antes era engullir y mirar pantalla, y ni nos enterábamos de lo que comíamos. Ahora disfrutamos la comida mucho más, yo creo que hasta nos sabe mejor. Y sobre todo lo mejor es que hablamos más: de lo buena que está la comida (bueno, o de la pifia que ha salido, que de todo hay), de cómo nos ha ido el día, de las últimas novedades que nos hemos enterado... Y ahora que Pablo se sienta con nosotros a la mesa, disfrutamos de lo que es una verdadera comida en familia.