Desde el momento en que supe que iba a ser madre, encendí ese botón de la memoria que me devolvió a la infancia: recordé cómo me crió mi madre, la educación que recibí, el entorno, los juegos, los lugares... Creo que tendemos a repetir esos patrones, no en su totalidad pero sí en muchos aspectos, cuando nos sentimos satisfechos con los recuerdos. También puede suceder que estos recuerdos no sean los mejores y actuemos de forma opuesta, pero nadie puede decir que la forma en que le han criado no marcó su vida.
Tengo la suerte de que mi madre me crió con respeto, teniendo en cuenta mis opiniones y mis deseos, pero no era esa la visión de todos y tampoco lo es de los que me rodean hoy en día. Recibo a menudo consejos bienintencionados y advertencias varias sobre cómo tratar a mi hijo, y debo decir que la única que considero la manera lógica de enfocar la educación de Pablo es ponerme en sus zapatos, mejor dicho en sus patucos, y poner en práctica esa cualidad que solemos olvidar cuando más se necesita: la empatía.
Pablo, su papá y yo vamos a aprender juntos porque los tres somos nuevos en esto, pero no somos únicos ni estamos solos: si algo he descubierto en estos meses es que la blogosfera está llena de padres que dudan, que se plantean, que preguntan unos a otros, que informan de lo que saben... y también he corroborado que indudablemente no poseo la verdad absoluta, porque realidades cada uno tiene la suya, y todas se complementan. Por eso este blog: para seguir aprendiendo, y aportar si es posible nuestro granito de arena con nuestras experiencias e ideas. En la vida perdemos mucho tiempo en quejas y críticas, seamos constructivos.
Qué bien dicho, comparto tu filosofía. Acabo de descubrir tu casi recién estrenado blog y me está gustando mucho. Con tu permiso me quedo por aquí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues es un honor y un placer que nos visites. Bienvenida, espero que te proporcionemos buenos ratos igual que los míos cuando te leo.
ResponderEliminarOtro abrazo para ti.